Los machos
enferman más que las hembras
Los machos utilizan su energía y recursos de manera distinta que las
hembras, lo que les hace más débiles frente a enfermedades
En el mundo animal, hay muchas diferencias
entre machos y hembras. Algunas más marcadas que otras. El último ejemplo se
recoge en un estudio reciente, que
demuestra que los machos sufren más enfermedades que las hembras. Especialmente
las que tienen que ver con parásitos.
Y la razón es bastante sencilla. Los machos emplean más energía en
cuestiones que tienen que ver con el sexo que las hembras. Literalmente, ya que
hacen una inversión mayor – es decir, se dirigen una cantidad mayor de los
alimentos consumidos – en características sexuales.
Por ejemplo, en atraer a las hembras. Casi cualquiera de las
características que tienen que ver con el cortejo, ya sea el canto, el aspecto
o el comportamiento, implica utilizar recursos para esto. Y claro, si se usan
para una cosa, no están disponibles para otras.
Que suelen ser, principalmente, el sistema inmune. Las defensas de los
machos suelen ser más débiles que las de las hembras. En el estudio que
realizaron los investigadores esto quedó muy claro, y de una manera muy
sencilla.
Si se alimentaba igual a machos y hembras, y se les enfrentaba a la misma
cantidad de parásitos, los machos mostraban muchas más enfermedades. Cuando había
poca comida, la diferencia se notaba menos. Pero cuando ambos sexos estaban
bien alimentados, el femenino resistía mucho mejor los ataques.
Pero, ¿esto pasa en todos los animales? No, evidentemente. De hecho, el
artículo se centra en varias especies, pero todas de libélulas, insectos del
orden Odonatos. Sin embargo, sí parece que es algo mucho más global
de lo que podría parecer.
Por dos motivos, uno directo y otro indirecto. Empezando por el segundo: en
prácticamente todos los animales en los que hay diferencias entre machos y
hembras, los primeros enferman más. Y en los que no presentan dimorfismo – el
término técnico para referirnos a estas diferencias – también se ve un patrón
parecido.
La razón más directa es algo más compleja de explicar. Las libélulas son un
buen modelo para los estudios de dimorfismo sexual por una buena cantidad de
motivos. Entre ellos, que las diferencias son suficientemente marcadas como
para que se noten, pero no tan amplias como para que ambos sexos no sean
comparables.
Como siempre ocurre en ciencias, lo que se busca es el mejor modelo para
hacer interpretaciones generales. Las libélulas no son perfectas en este
sentido, pero sí lo bastante buenas como para hacernos una idea.
Y sobre todo, los resultados que se obtienen permiten hacerse una idea para
siguientes trabajos y estudios. Que es lo que ya está ocurriendo con estos
resultados, ya se está tratando de demostrarlo en más especies y grupos
animales para comprobar que se trata de un patrón general.
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