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jueves, 24 de septiembre de 2020

El motivo por el que te mareas o desmayas al levantarte de golpe.

 

El motivo por el que te mareas o desmayas al levantarte de golpe.



La caída repentina de la presión arterial al ponerte de pie puede provocar mareos, aturdimiento e incluso pérdida del conocimiento y caídas. Un fenómeno llamado ‘hipotensión ortostática’ que puede ser muy dañino, sobre todo para las personas con Parkinson

Se llama ‘hipotensión postural o hipotensión ortostática’ a la caída en la presión arterial cuando alguien se sienta después de haber estado acostado o se pone de pie después de haber estado sentado.

Al bajar la presión arterial, llega menos sangre a los órganos y los músculos. Y esto puede hacerte más propenso a las caídas.

Así lo recoge un nuevo estudio publicado en 'Neurology', la revista médica de la Academia Americana de Neurología. "En muchos casos, esta afección puede provocar caídas y desmayosexplica la autora del estudio Alessandra Fanciulli, de la Universidad Médica de Innsbruck, en Austria. Si podemos controlar la presión arterial de las personas para detectar esta afección, podríamos controlar potencialmente estas caídas de presión arterial y prevenir algunas de las caídas que pueden ser tan dañinas, especialmente para las personas con Parkinson".

Una relación probada

El estudio involucró a 173 personas con la enfermedad de Parkinson que habían sido remitidas para pruebas de problemas autonómicos que pueden causar mareos y desmayos. Fueron comparadas con 173 personas de la misma edad que no tenían Parkinson pero tenían una condición llamada ‘intolerancia ortostática’.

Los síntomas de esta condición, que incluyen problemas de visión, dolor de cabeza, ansiedad, fatiga y debilidad, se desarrollan cuando se está en posición vertical y desaparecen cuando está acostado.

En el estudio se controló la presión arterial de las personas para detectar dos tipos de hipotensión ortostática:

  1. La primera se llama hipotensión ortostática transitoria’ y ocurre cuando la presión arterial cae drásticamente al levantarse de estar sentado o acostado y luego vuelve a la normalidad en aproximadamente un minuto.

  2. En el segundo, llamado hipotensión ortostática clásica’, la presión arterial desciende tres minutos después de ponerse de pie y luego vuelve a la normalidad.

El estudio encontró que el 19 por ciento de las personas con Parkinson tenían hipotensión ortostática clásica, mientras que nadie en el otro grupo la tenía. La hipotensión ortostática transitoria ocurrió en el 24 por ciento de las personas con Parkinson y en el 21 por ciento de las personas con intolerancia ortostática.

Después de ajustar por otros factores que podrían afectar el riesgo de una caída de la presión arterial, los investigadores determinaron que las personas con la enfermedad de Parkinson tenían el doble de probabilidades de tener la afección que las del otro grupo. 

Por qué se produce

Se trata de un desajuste en el equilibrio que debe existir entre la presión que se tiene acostado y su modificación cuando uno se pone de pie. Algunas personas suelen presentar valores altos de presión si se la miden al estar acostado o sentado, y estos valores descienden al levantarse, situación conocida como ortostatismo (postura erecta).


Además de por afecciones neurológicas como la enfermedad de Párkinson y algunos tipos de demencia, hay otras patologías que pueden provocar la caída de la presión arterial baja.

De hecho, la hipotensión postural o ortostática también estaría relacionada con la diabetes, la insuficiencia cardiaca, y la ateroesclerosis o endurecimiento de las arterias.

Otros motivos por los que te mareas al levantarte serían el reposo en cama durante un tiempo prolongado, la deshidratación, la anemia o deficiencia de vitamina B12.

¿Cuáles son los síntomas?

Mientras que muchas personas con hipotensión postural no tienen síntomas, otras sí los tienen. Estos pueden variar de una persona a la otra y pueden incluir: Mareos y aturdimientos, debilidad o fatiga y sentir que estás a punto de desmayarse, perder el conocimiento o caerte.

Los dolores de cabeza, la visión borrosa o de túnel también son frecuentes. Además, se puede llegar a sentir presión en la parte de atrás de los hombros o el cuello, sufrir náuseas o episodios de calor, y tener la piel húmeda y pegajosa.

Cuándo suelen aparecer

  • Al ponerse de pie o sentarse abruptamente

  • Por la mañana, cuando la presión arterial tiende a estar más baja

  • Después de una comida copiosa o de beber alcohol

  • Al hacer ejercicio

  • Al hacer fuerza en el baño

  • Cuando se está enfermo

  • Si se sufre ansiedad o ataques de pánico por algo

Cómo se puede controlar

Para no sufrir esos molestos mareos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) recomiendan levantarse de la cama lentamente. Primero el tronco, luego hay que sentarse en el borde de la cama y por último, ponerse de pie.

También es importante no cambiar de postura bruscamente, así que tómate tu tiempo al levantarte del sofá o de una silla. Y si eres propenso a los vahídos repentinos al incorporarte, procura hacer algunas cosas sentado, como vestirte, cocinar o ducharte.




martes, 15 de septiembre de 2020

Las verdaderas razones por las que deberías dejar el azúcar.

 

Las verdaderas razones por las que deberías dejar el azúcar.



Sí, eliminar el azúcar de tu dieta ayudaría a controlar tu peso pero, según apuntan los nutricionistas, controlar su ingesta resulta mucho más beneficioso para tu salud. Estos son los motivos

Cada vez más gente se suma al reto de seguir una dieta sin azúcar. La mayoría lo intenta porque porque es una medida eficaz para adelgazar. Es cierto, dejar el azúcar puede hacerte perder hasta 5 kilos en un mes. Pero, aunque influya en la decisión, el peso no debería ser el motivo principal para dejar de tomar azúcar.

Es adictivo y provoca estragos en el cuerpo

El azúcar no nos aporta nada nutricionalmente, pero sí que puede acarrear numerosos y complicados problemas para la salud. “No sólo puede significar un aumento del riesgo de caries dental, sino que, junto a una alimentación poco equilibrada, también se relaciona con un incremento del peso y, a largo plazo, problemas de obesidad, que irán asociados a un riesgo mayor de padecer diabetes y ciertos tipos de cáncer”, advierte Paula Crespo, dietista especialista en Gastroenterología Pediátrica, investigadora y presidenta del Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunidad Valenciana (Codinucova).

Se considera que tener demasiado azúcar en la sangre durante largos periodos de tiempo puede causar problemas de salud graves si no se trata.

Lo que debe abrirte los ojos de una vez por todas es que el azúcar se convierte en grasa, que altera las hormonas, provoca hígado graso, causa resistencia a la insulina y es precursora de diabetes. Pero también aumenta la presión arterial y es perjudicial para el cerebro.


Además favorece la aparición de diabetes e hiperglucemia (niveles de glucosa en sangre elevados), lo que puede dañar los vasos sanguíneos que llevan sangre a órganos vitales, e incrementar el riesgo de enfermedades de corazón, accidentes cerebrovasculares, enfermedades renales, problemas en la vista y problemas neurológicos.

Está en todas partes

La glucosa es un azúcar que procede de los alimentos que comemos, y también se forma y se almacena dentro del cuerpo. Es la principal fuente de energía de las células de nuestro cuerpo, y se transporta a todas y a cada una de esas células a través del torrente sanguíneo.

 “Una asignatura pendiente de los españoles es que no sabemos leer el etiquetado nutricional. Lo que habría que hacer es fijarse en la etiqueta, en el apartado de hidratos de carbono y dentro de éste, en la parte que dice: ‘de los cuales, azúcares’. Estamos muy concienciados con el azúcar que añadimos nosotros mismos a los alimentos, pero no con el que ya contiene”, advierten desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

El consumo de azúcar no debería superar el 5 por ciento de las calorías de nuestra dieta. “El azúcar tiene cuatro calorías por gramo, lo que significa que deberíamos consumir unos 25 gramos al día, el equivalente a seis terrones”, explican.

De esta forma, los expertos desaconsejan la ingesta de azúcar de los alimentos que no lo contienen de forma natural. Los conocidos como ‘azúcares libres’ incluyen los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores. La miel, el sirope o los zumos de frutas concentrados también pueden contener azúcares libres. Pero podemos excluir la fruta y la verdura, así como la leche, ya que contienen azúcar de manera natural y esto hace que no representen, a priori, ningún perjuicio para nuestra salud.

Así actúa

El proceso por el que el azúcar se transforma en grasa se llama novo lipogénesis y hace que los cerdos, que solo se alimentan de cereales, generen grasa y engorden. De esta misma forma, cuando los seres humanos nos nutrimos y consumimos azúcares se da un proceso en el hígado que transforma la glucosa en grasa.

Es decir, el azúcar, al metabolizarse en nuestro cuerpo se transforma en glucosa que es absorbida en el intestino, de donde pasa al hígado; allí se transforma en glucógeno y se almacena como reserva energética hasta una cantidad máxima de 100 gramos en el hígado y 200 gramos en los músculos.

Pero si la cantidad de azúcar ingerida sobrepasa los límites de almacenamiento de glucógeno, el exceso de glucosa en sangre se transforma en grasa en el tejido adiposo, constituyendo una forma de reserva energética a largo plazo, que si no se gasta se va acumulando. Y como el hígado es el único órgano encargado de metabolizar la glucosa, se sobrecarga

Si nos pasamos todo se desbarata

La Organización Mundial para la Salud (OMS) recomienda restringir el azúcar libre a un máximo del 10 por ciento de nuestro suministro diario de energía.

Estudios científicos han comprobado que la elevación de la insulina como consecuencia de la ingesta de azúcares, aumenta las hormonas masculinas en la mujer y las bajan en el hombre, provocando una serie de reacciones en cascada. De hecho, el consumo excesivo de azúcar es una de las principales causas de obesidad, diabetes e hipertensión.

Cuando consumimos fructosa (un azúcar simple o monosacárido), el hígado la utiliza para producir unas grasas llamadas triglicéridos, un tipo de lípido que almacena calorías adicionales de azúcar, inhibiendo los efectos del colesterol bueno. Algunos de estos triglicéridos se quedan el hígado, y a la larga pueden volverlo graso y alterar su funcionamiento (hígado graso).

Pero gran parte de esas grasas pasan al torrente sanguíneo. Con el tiempo, la presión sanguínea aumenta y los tejidos se hacen cada vez más resistentes a la insulina. El páncreas reacciona aumentando la producción de insulina, en un intento de mantenerlo todo bajo control. Finalmente se produce un trastorno llamado ‘Síndrome Metabólico’, que se caracteriza por obesidad (sobre todo alrededor de la cintura), hipertensión y otros cambios me­­tabólicos que, si no se controlan, pueden producir diabetes de tipo 2, con el añadido de un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

Aunque, de forma general, no hay ningún estudio que relacione directamente el consumo de azúcar y diabetes, sí se ha observado una fuerte asociación entre el consumo excesivo y prolongado de bebidas azucaradas y mayor riesgo de desarrollo del síndrome metabólico y de diabetes tipo 2.


La evidencia científica, de los estudios sobre la población y de las pruebas clínicas, señalan directamente hacia el azúcar en general, y en especial a la fructosa como factor principal en el desarrollo de la hipertensión. Y la mayoría de las personas desconoce que el azúcar, que se encuentra en el 80 por ciento de los alimentos industrializados, aumenta la presión arterial más incluso que la sal.

La sacarosa (azúcar de mesa), compuesta de glucosa y fructosa, es un ingrediente común en los alimentos procesados industrialmente. Y más común que la sacarosa es el jarabe de maíz, rico en fructosa, y que es el edulcorante más utilizado en los alimentos procesados, sobre todo en refrescos (también en los light) y zumos envasados.

El consumo excesivo de fructosa aumenta la frecuencia cardíaca, el gasto cardíaco, la retención de sodio en los riñones y resistencia vascular. Todos estos factores interactúan para elevar la presión arterial y aumentar la demanda de oxígeno del miocardio (tejido muscular del corazón), incrementando el riesgo de accidente cardiovascular.

Por otro lado, diversas investigaciones han probado que los problemas de memoria y aprendizaje están entre los efectos nocivos del consumo excesivo de azúcar. Un estudio de la Universidad de California sobre los efectos del consumo de fructosa (una de los tipos de azúcar encontrado en los vegetales, las frutas y la miel) reveló que afecta negativamente a la formación de sinapsis en el cerebro. Es decir, al tomar mucha fructosa, nuestra capacidad de aprender y formar nuevas conexiones se ve disminuida.

martes, 8 de septiembre de 2020

Dormir poco altera las hormonas, explican los endocrinos, y por eso engordamos.

 

Dormir poco altera las hormonas, explican los endocrinos, y por eso engordamos.



La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) alerta de que dormir poco puede favorecer un comportamiento alimentario que promueve la ganancia de peso. Además, los ciclos hormonales propios de hombres y mujeres influyen en el apetito y en la ganancia de peso de manera diferente.



Existen numerosos estudios epidemiológicos que aseguran que, la falta de sueño está asociada al riesgo de desarrollar obesidad y diabetes tipo 2. Al tratarse de dos patologías muy prevalentes y fácilmente prevenibles, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) alerta de que dormir poco produce un aumento de concentración de ghrelina, una hormona secretada principalmente por la mucosa gástrica que estimula la ingesta, al mismo tiempo que reduce la leptina, de efecto saciante, procedente del tejido adiposo. Esta subida y bajada de valores hormonales, favorece un comportamiento alimentario que promueve la ganancia de peso.

Así reacciona el cuerpo

La ausencia de sueño “tiene como consecuencia un modelo de estrés y activación del sistema nervioso simpático, que puede traer consigo el desarrollo de obesidad abdominal y resistencia a la insulina. Ambos fenómenos, aumentan la probabilidad de desarrollar diabetes y otras complicaciones como hipertensión arterial”, explica el doctor Javier Salvador, miembro del área de Neuroendocrinología de la SEEN.

Del mismo modo, aclara que cuando existe apnea obstructiva del sueño los fenómenos derivados de la hipoxia tisular (disminución de oxígeno a un tejido) intermitente también contribuyen al deterioro metabólico y al aumento de la masa grasa y del peso corporal, así como de sus comorbilidades asociadas.



Como consecuencia de todos estos factores se produce una somnolencia diurna y un cansancio que favorece el sedentarismo, lo que también promueve el desarrollo de obesidad y diabetes.

Pero según los expertos, el sistema regulador del metabolismo no es tan sencillo: “Se debe tener en cuenta los diferentes mensajes procedentes del sistema nervioso, el aparato digestivo, el tejido graso, el hígado y el páncreas, ya que tienen influencias sobre la acción de una u otras hormonas. Además hay que tener presente otros fenómenos periféricos como son la inflamación y la termogénesis”, asegura el Dr. Salvador.

Existen estudios en los que se ha comprobado que existe un aumento en el consumo de carbohidratos, siendo la variación del porcentaje de ingesta un factor que puede contribuir al riesgo de obesidad, resistencia insulínica y diabetes. No obstante, tratar de controlar la ingesta no es fácil, dado que su alteración está determinada por factores biológicos.

De este modo, “la apuesta más segura para mantener una buena salud metabólica es seguir una dieta mediterránea, en la que predominen frutas y verduras, así como fibra y grasas de origen vegetal, y prestando especial atención a limitar el consumo de carne roja y grasas animales. Esto debe ir acompañado de un periodo de descanso nocturno regular de una duración de 7-8 horas, y de una frecuente actividad física, siempre adaptada a las circunstancias clínicas individuales” recuerda el experto en Neuroendocrinología.

La influencia de las hormonas

En este sentido, el especialista comenta que los ciclos hormonales de hombres y mujeres influyen en el apetito y en la ganancia de peso de manera diferente. En el caso femenino las variaciones propias del ciclo menstrual hacen que la situación sea más cambiante que en el varón.

  1. Atendiendo el periodo previo a la menstruación, cuando hay valores elevados de estradiol y progesterona en la mujer fértil, existe, en algunas personas, una tendencia a aumentar de peso y a experimentar un comportamiento alimentario más compulsivo. En los casos con síndrome premenstrual disfórico (caracterizado por síntomas cíclicos, somáticos, psicológicos y conductuales, agravados en la fase luteal del ciclo menstrual), se relacionan con un mayor apetito por los alimentos dulces que contienen una alta densidad energética.

  2. Igualmente, en el periodo de lactancia es posible que haya un aumento de la ingesta para tratar de compensar el desequilibrio producido por el alto nivel de la hormona prolactina en la sangre, estimulada por la succión del pezón, a la vez que la se produce la desaparición de las hormonas sexuales de producción placentaria.

  3. En la menopausia, hay diferentes opiniones. Algunos estudios aseguran que “el aumento de la masa grasa y del peso corporal se da por una influencia de la edad. Sin embargo, otras investigaciones han demostrado que la deficiencia hormonal de estrógenos y progesterona está asociado con un patrón masculino de distribución de grasa abdominal y visceral que aumenta el riesgo de diabetes, dislipemia, hipertensión y de otras complicaciones relacionadas a la obesidad”, señala el experto. En este periodo de la vida, añade: “Es aconsejable aplicar medidas preventivas y terapéuticas encaminadas a reducir el exceso de masa grasa, además de mantener las medidas higiénico-dietéticas y de estilo de vida saludables” apunta.

En el caso de los hombres, se ha demostrado que la testosterona produce un incremento del peso corporal bajo administración crónica. Sin embargo, en repetidas ocasiones aparece obesidad cuando se produce hipogonadismo masculino.

La etapa de la andropausia también afecta a los varones, sin embargo es más progresiva que la menopausia femenina, y puede suponer un incremento de peso, aunque algo menor. Pese a esto, “no se debe dejar de vigilar el efecto modulador de la ingesta que produce la concentración de andrógenos en el varón. No obstante, su actuación principal sobre el control del peso corporal está más ligado con sus poderosos efectos anabolizantes sobre la masa magra, que disminuyen con la edad y participan, de ese modo, en el aumento de grasa asociado al envejecimiento”, concluye el Dr. Salvador.



lunes, 7 de septiembre de 2020

Relaciones tóxicas, ¿cómo cortar los lazos sin sentirte culpable?

 

Relaciones tóxicas, ¿cómo cortar los lazos sin sentirte culpable?


Todos podemos comportarnos de manera tóxica en ciertas situaciones, pero hay personas que convierten esos comportamientos en un hábito. Lidiar con ellas se convierte en un camino cuesta arriba que termina extenuándonos psicológicamente.

De hecho, mantener relaciones tóxicas nos pasa una elevada factura. El abuso emocional, por ejemplo, contribuye al desarrollo de la depresión y fomenta una baja autoestima, según un estudio realizado en la Universidad de Míchigan Oriental.

Las relaciones tóxicas también pueden afectar nuestra salud. Investigadores de la Universidad KU Leuven hallaron una relación entre las relaciones de dependencia y la negligencia emocional con el síndrome de fatiga crónica y la fibromialgia.

Sin embargo, a pesar de ser extremadamente dañinas, muchas veces nos cuesta cortar los lazos, sobre todo cuando se trata de la familia, e incluso podemos sentirnos culpables cuando intentamos defender nuestro bienestar.

Conflictos familiares, ¿cuánto estás dispuesto a soportar?


Los conflictos familiares son inevitables. Somos personas diferentes, con ideas diferentes y distintas maneras de comprender y estar en el mundo. Los conflictos no son el problema. El problema es cómo los afrontamos.

En las familias funcionales los conflictos son oportunidades para crecer, volvernos más tolerantes e incluso estrechar los lazos desde la empatía. Por desgracia, las familias disfuncionales - debido a la dinámica tóxica que han instaurado - no logran resolver sus conflictos y estos terminan convirtiéndose en focos de tensión y malestar para alguno de sus miembros.

Por mucho que estemos dispuestos a ceder o que aboguemos por el diálogo, si de la otra parte solo encontramos comportamientos dañinos y hostiles como las mentiras, la inmadurez emocional, la incapacidad para asumir responsabilidades, las críticas constantes, las humillaciones o la prepotencia, es difícil tender los puentes necesarios para mantener una relación saludable y satisfactoria.

Cada persona debe decidir lo que está dispuesta a soportar y cuánto puede estirar sus límites. Todos vivimos relaciones diferentes y tenemos recursos psicológicos distintos para hacerles frente. Pero debemos tener cuidado para no convertirnos en el “saco de boxeo” o el “felpudo” de otra persona, solo por miedo a las consecuencias de romper la relación.

El largo, doloroso e infructuoso proceso de búsqueda del entendimiento


El distanciamiento familiar es un fenómeno mucho más común de lo que suponemos, a pesar de que siga siendo un tema tabú en nuestra cultura. Un estudio realizado en la Kean University reveló que el 43,5% de las personas entrevistadas se habían alejado de uno o más familiares directos en algún momento de su vida.

Ese alejamiento no suele producirse como resultado de un ataque de ira o como efecto secundario del resentimiento, sino que suele ser un proceso largo, agotador y doloroso. A menudo lo que se ve y recuerda es la situación desencadenante, pero esa fue solo la gota que colmó el vaso.

Detrás de la ruptura de una relación íntima suele haber años de conflictos sufridos en silencio, así como innumerables intentos fallidos por solucionarlos y tentativas de establecer límites saludables que terminan siendo vulnerados una y otra vez. Suele ser un proceso largo y doloroso marcado por las preocupaciones y los intentos infructuosos de conexión.

De hecho, lo que conduce a la ruptura de las relaciones afectivas en la familia no suele ser la ira sino el desencanto y la convicción de que esa persona no cambiará. Aun así, suele ser una decisión difícil que a menudo está matizada por la culpa porque no se trata únicamente de cortar los vínculos emocionales y la historia compartida, sino que el distanciamiento familiar todavía es visto de manera negativa por gran parte de la sociedad, como comprobaron psicólogos de la Universidad de Virginia Occidental.

¿Cómo superar la sensación de culpabilidad al distanciarte?



Las relaciones familiares están profundamente mediadas por las expectativas sociales. Se supone que debemos cuidar los unos de los otros, llevarnos bien, pasar las vacaciones juntos y sacrificarnos – si es necesario – para hacer felices a los demás. Por tanto, si rompemos esas expectativas cortando la relación, podemos sentirnos culpables por haber hecho algo mal.

La culpa, sin embargo, no es una respuesta saludable y, cuando es excesiva incluso puede ser dañina. Necesitamos darnos cuenta, ante todo, de que esas expectativas solo tienen sentido en el seno de una familia funcional donde sus miembros practican una cercanía saludable, respetan la individualidad y se profesan un cuidado mutuo.

Tenemos derecho a defender nuestros derechos. La lealtad a la familia, a una pareja o a un amigo no puede convertirse en una excusa para que los demás nos pisoteen, manipulen, controlen o humillen. En una relación saludable debemos dar y recibir validación emocional desde el respeto mutuo. Si esas condiciones no se cumplen, no debemos sentirnos culpables por reclamarlas porque es probable que estemos cayendo en una relación abusiva.

Para deshacernos de esa sensación de culpabilidad también es conveniente que aprendamos a llamar las cosas por su nombre. Muchas veces, cuando caemos en relaciones tóxicas, el vínculo emocional nos pone una venda en los ojos que nos impide ver claramente lo que ocurre.

Podemos negarnos a reconocer la realidad recurriendo a justificaciones de todo tipo, un mecanismo de defensa habitual cuando somos víctimas de comportamientos abusivos. Reconocer que una persona a quien queremos nos está haciendo daño puede ser doloroso y hacer tambalear nuestro mundo, pero ponerle nombre a lo que ocurre nos ayudará a liberarnos de la culpa y dar ese paso imprescindible hacia la liberación. Se trata, por ende, de dejar de minimizar o negar el daño que estamos sufriendo y reconocer que la relación se ha vuelto tan tóxica que está perjudicando nuestro equilibrio psicológico o incluso nuestra salud.

Por último, pero no menos importante, debemos recordar que existen diferentes niveles de distanciamiento. No siempre es necesario cortar por completo una relación. Quizá puedas reducir la frecuencia de los encuentros familiares o limitar el contacto solo a las llamadas telefónicas o a los mensajes. No existe una fórmula universal, cada persona debe encontrar la estrategia más eficaz y con la que se sienta más cómodo.

En cualquier caso, debemos tener en cuenta que el distanciamiento suele ser una medida protectora que, si bien implica pérdidas, a la larga suele generar un gran alivio y proporciona esa paz tan necesaria para cultivar nuestro bienestar. Si una persona se comporta continuamente de manera injusta, dañina, egoísta o mezquina y no quiere cambiar, la pregunta que debes plantearte es muy simple: ¿tu vida sería más tranquila, saludable y/o feliz sin ella?

A veces en la vida debemos tomar difíciles que no todo el mundo entenderá, pero no podemos sentirnos culpables por priorizar nuestro bienestar emocional, desear un poco de paz o buscar ambientes domésticos más positivos. Y a veces solo podemos lograrlo si nos alejamos.