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martes, 22 de junio de 2021

Proceso, casos, plazos: preguntas y respuestas sobre la ley de eutanasia.

 

Proceso, casos, plazos: preguntas y respuestas sobre la ley de eutanasia.



El modelo español difiere de los existentes en los otros países que la han regulado. Aquí están las claves del texto que entra en vigor el 25 de junio


El viernes 25 de junio entra en vigor la ley de eutanasia que aprobó el Congreso en marzo. España es uno de los pocos países que regula la ayuda para morir, junto a Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Canadá (Nueva Zelanda tiene aprobada una ley que aún no está en vigor, y en Colombia el Constitucional aprobó la práctica, pero no ha habido el correspondiente desarrollo legal). Además, el PSOE, que fue el partido que, con Unidas Podemos, promovió la ley en las Cortes, optó por un modelo nuevo, con varios pasos y controles, que se aleja de lo ya conocido de los otros países, donde, básicamente, basta con que el médico del paciente consulte con otros dos facultativos que el enfermo cumple los requisitos para que se le aplique la eutanasia. Todo ello suscita muchas preguntas. Estas son las respuestas a algunas de ellas, basadas en parte en las dudas que han trasladado lectores de EL PAÍS a través de Instagram.


¿Cómo es el proceso para solicitar la eutanasia?



La gran novedad de la ley española está en el proceso, largo (puede llevar más de un mes) y con varios puntos de control. El primero es el del médico que esté atendiendo al paciente por la enfermedad o situación que le lleva a pedir la eutanasia. Este deberá informarle de su estado y alternativas médicas y ayudas sociales (para la dependencia, por ejemplo). Deberá tener tres entrevistas con el paciente: la primera, cuando este le solicite la eutanasia; la segunda, en 48 horas, para “un proceso deliberativo sobre su diagnóstico, posibilidades terapéuticas y resultados esperables, así como sobre posibles cuidados paliativos”. Un día después, se volverán a ver para que el paciente ratifique su voluntad.


A continuación, el médico responsable deberá pedir la opinión a otro, llamado en la ley consultor, “con formación en el ámbito de las patologías que padece el paciente y que no pertenece al mismo equipo del médico responsable”. Este tendrá 10 días para evaluar la situación. Lo que decida se comunicará al paciente y, en su caso, el médico responsable llevará la petición a la Comisión de Garantía y Evaluación de su comunidad.

El presidente de la comisión tiene dos días para nombrar a dos miembros de esta, un médico y un jurista, para que evalúen la situación. Tendrán para ello siete días naturales. Después, el presidente de la comisión comunicará al médico responsable que puede seguir adelante (o no). Hay dos días para este paso.


A partir de ahí el médico debe comunicar al paciente que el proceso sigue adelante. Si este está consciente, deberá confirmar que es lo que quiere. No hay plazo establecido en la ley (puede que lo haya en otras regulaciones posteriores) para aplicar la eutanasia o facilitar el suicidio. Estas son las líneas generales de la regulación, pero puede interesar tener más detalle de algunos aspectos.

¿A qué personas se le puede aplicar?

La ley establece que tienen derecho a recibir ayuda para morir las personas mayores de edad, españolas o con residencia acreditada (permiso o padrón) de más de 12 meses, y que sufran “una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante [...] certificado por el médico responsable”.

¿Quién es el médico responsable?

Se define como el “facultativo que tiene a su cargo coordinar toda la información y la asistencia sanitaria del paciente, con el carácter de interlocutor principal del mismo en todo lo referente a su atención e información durante el proceso asistencial”. Fuentes del Ministerio de Sanidad confirman que se trata del especialista que esté a cargo en ese momento del paciente, y que puede ser de cualquier especialidad, hospitalaria o de primaria, de la sanidad pública o la privada.


¿Y las comisiones de control?

Cada comunidad formará una Comisión de Evaluación y Control, que debe autorizar primero y revisar después el ejercicio de la ayuda a morir. La ley deja libertad a cada autonomía para formarla y regular su funcionamiento, aunque Sanidad trabaja con ellas para darles cierta homogeneidad. Solo es obligatorio que tengan “un número mínimo de siete miembros entre los que se incluirán personal médico, de enfermería y juristas”. Javier Velasco, presidente de Derecho a Morir Dignamente, cree que esta libertad puede hacer que las comunidades con gobiernos de derechas nombren miembros que pongan muchos impedimentos para la eutanasia y anuncia que estarán atentos para denunciarlo.

¿Se pueden recurrir las decisiones?

Hay dos niveles de apelación. Si el médico responsable niega que se cumplen los requisitos para recibir la ayuda a morir, se puede acudir a la comisión de control. Si es esta la que lo rechaza, “podrán ser recurridas ante la jurisdicción contencioso-administrativa”.

¿Pueden negarse los médicos a aplicar la eutanasia?

Los sanitarios para los que las prácticas recogidas en la ley (eutanasia o ayuda al suicidio) “resultan incompatibles con sus propias convicciones” podrán acogerse a la “objeción de conciencia sanitaria”. La ley no establece cómo se regula esta, si hay que manifestarse objetor a priori. Fuentes de Sanidad afirman que se está trabajando con las comunidades en un Manual de buenas prácticas que establecerá cómo funcionará el registro de objetores. Si el médico que atiende al paciente es objetor, el paciente podrá pedir en el hospital o el centro de salud que el proceso lo lleve otro. Lo que no puede suceder es que por falta de profesionales disponibles no se le atienda la demanda. Se evitará que “el acceso y la calidad asistencial de la prestación puedan resultar menoscabados por el ejercicio de la objeción de conciencia sanitaria o por el lugar donde se realiza”.

¿Qué opinan los profesionales?

La Organización Médica Colegial, por medio de los miembros de su junta directiva, se ha manifestado en contra de la ley, básicamente por dos motivos. Uno es el deontológico: desde el juramento hipocrático de hace 3.000 años hasta ahora, uno de los puntos de todos los códigos de la profesión es su compromiso con no hacer daño al paciente. El otro podría llamarse de oportunidad, ya que reclaman que antes haya un desarrollo completo de los cuidados paliativos (hay reconocidos bioéticos como Jacinto Bátiz que afirman que con ello desaparecería la demanda de eutanasia), y critican que la ley se haya tramitado en plena crisis pandémica sin haberles consultado. Pero no hay una encuesta reciente que permita saber qué piensa el conjunto de los profesionales. Lo más parecido fue una consulta hecha en 2018 por internet en el Colegio de Médicos de Bizkaia (el proceso lo avaló la Universidad del País Vasco) que, con un margen de error del 5%, dio como principal resultado que el 67% de los que respondieron creía “con toda seguridad” que debería regularse la eutanasia, más otro 19% que “creía que sí”, pero no estaba “completamente seguro” (un 86% de aceptación en total). Al año siguiente, los colegios médicos de Madrid, Tarragona y las Palmas, y el de enfermería de La Rioja, replicaron el estudio con resultados muy similares.

¿Con qué enfermedades se puede pedir la eutanasia?

No hay un catálogo de dolencias, ni físicas ni psíquicas, que justifiquen la aplicación de la eutanasia. La ley solo pone como condición que se trate de situaciones que lleven asociadas “un sufrimiento físico o psíquico constante e intolerable para quien lo padece, existiendo seguridad o gran probabilidad de que tales limitaciones vayan a persistir en el tiempo sin posibilidad de curación o mejoría apreciable”, o enfermedades graves e incurables que originen “sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables sin posibilidad de alivio que la persona considere tolerable, con un pronóstico de vida limitado, en un contexto de fragilidad progresiva”. La doble descripción, según la ponente socialista, María Luisa Carcedo, se debe que que la primera parte de la formulación, la de las situaciones, cubriría, por ejemplo, el caso de Ramón Sampedro, que no tenía ninguna enfermedad, pero al que su parálisis le causaba una situación que él consideraba intolerable. La segunda, la de las enfermedades, se ajusta más a situaciones como las de José Antonio Arrabal o María José Carrasco, con patologías terminales sin remedio que les abocaban a un final que les angustiaba.

¿Y con situaciones como una depresión?

La regulación es la misma: que el paciente considere que el sufrimiento que padece es insoportable, y que los médicos, empezando por su psiquiatra, crean que se trata de una situación sin mejoría posible en el tiempo, sin posibilidad de curación.

¿Dónde se llevará a cabo la eutanasia?

Una vez que la comisión de evaluación notifica su aprobación, la práctica se puede llevar a cabo en un centro público, uno privado o en el domicilio del paciente, idealmente a voluntad de este.

¿Cómo convive con el testamento vital?

Este documento adquiere una gran importancia en este modelo. Si el paciente está consciente y en posesión de sus facultades y puede comunicarse por cualquier medio durante el proceso, no determina nada. Pero si el paciente no cumple algunos de esos factores (por ejemplo, entra en coma), el testamento vital es el documento por el que deben guiarse los médicos. La ley está toda pensada para que la voluntad del paciente sea la única guía. Si una persona está o queda por ejemplo inconsciente o incapacitada, no importa lo que piensen sus familiares o tutores. “El médico responsable está obligado a aplicar lo previsto en las instrucciones previas o documento equivalente”, dice la ley. Si la persona estuviera en una situación de incapacidad y no se hubiera nombrado representante, “el médico que lo trata podrá presentar la solicitud de eutanasia. En tal caso, dicho médico estará legitimado para solicitar y obtener el acceso al documento de instrucciones previas, voluntades anticipadas o documentos equivalentes” para, si era voluntad de paciente, iniciar el proceso. En varias webs, como la de derecho a Morir Dignamente o algunas consejerías de Sanidad, hay modelos de formulario para rellenar un testamento vital, y existen registros autonómicos, pero lo más seguro para que se cumpla es asegurarse de que se incluye en la historia clínica y que alguien de confianza tiene una copia.

¿Cómo será el momento final? ¿Con qué se provocará o facilitará la muerte?

La ley no detalla cómo proceder en el momento final. Sí dice que, si se trata de una eutanasia, “el médico responsable, así como el resto de profesionales sanitarios, asistirán al paciente hasta el momento de su muerte”. Si se trata de un suicidio, “el médico responsable, así como el resto de profesionales sanitarios, tras prescribir la sustancia que el propio paciente se autoadministrará, mantendrá la debida tarea de observación y apoyo a este hasta el momento de su fallecimiento”. Los medicamentos a usar y otros detalles estarán en el Manual de buenas prácticas, afirman fuentes de Sanidad.





jueves, 10 de junio de 2021

¿Está afectando la pandemia a la salud mental de nuestros hijos?

 

¿Está afectando la pandemia a la salud mental de nuestros hijos?


Los pediatras alertan de que la incertidumbre o el abuso de pantallas, entre otros, son algunas de las causas que han aumentado las consultas por depresión o ansiedad entre los niños durante esta pandemia.


Los nuevos locos años veinte serán la consecuencia de los problemas de salud mental de los adolescentes que han desarrollado durante la pandemia. El aumento de consultas por ansiedad, depresión y autolesiones preocupa a los pediatras españoles que hacen un llamado para alertar sobre la salud emocional de los menores. La pandemia de la covid-19 ha generado una gran cantidad de consecuencias sobre la salud de la sociedad. No obstante, las primeras etapas son especialmente vulnerables, debido a los múltiples cambios que tienen los niños en cortos periodos de tiempo.

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Las repercusiones de la pandemia en la salud mental de niños y adolescentes es uno de los temas más importantes que se abordaron durante el II Congreso Digital de la AEP que reunió a cerca de 3.500 pediatras. Durante la semana del congreso se debatió sobre las consecuencias para la población infanto-juvenil de la covid-19 y de las medidas adoptadas para su control. “Los niños y adolescentes representan solo el 1% de los casos de infección por el covid, pero las secuelas de la pandemia también se han dejado sentir en ellos en forma de dificultad en el aprendizaje y problemas de salud mental, asociados al confinamiento, al aislamiento social y al deterioro de las condiciones de vida en muchos hogares españoles”, afirmó María José Mellado, presidenta de la AEP.

En la inauguración del congreso Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la AEP (SPI-AEP), ha asegurado que “en los servicios de pediatría de atención primaria y en las derivaciones a salud mental se ha observado un repunte de las consultas por ansiedad, síntomas de tipo obsesivo-compulsivo, depresión, autolesiones y somatizaciones”. Además, añade, “los trastornos de la conducta alimentaria que se están valorando son más graves y requieren más ingresos que antes de la pandemia


Muchos de estos síntomas son consecuencias, según explican los doctores, de la incertidumbre, el exceso de noticias, el distanciamiento social y familiar, la ausencia de rutinas, el abuso de pantallas, los ritmos irregulares de sueño y un patrón de alimentación menos saludable. “A esto hay que añadir las dificultades económicas y de conciliación del trabajo con el cuidado familiar, y las posibles situaciones de enfermedad propia, de familiares cercanos o incluso el duelo por fallecimiento de seres queridos que están viviendo muchas familias como consecuencia de la covid-19”, explica Díez.

Los pediatras alertan sobre la importancia de realizar todos los esfuerzos posibles con el fin de reducir este estrés y evitar que las dificultades psicológicas se vuelvan crónicas en el tiempo dando lugar a psicopatologías más graves.

En un principio el confinamiento pudo llegar a ser vivido como una aventura, en la que los niños agradecían no ir al colegio o pasar más tiempo con sus padres, y los adolescentes se sentían más libres de poder consumir más horas en Internet. Sin embargo, “pronto comenzaron a aparecer problemas como apatía, inquietud, aburrimiento, dificultades de concentración, insomnio o miedos excesivos”, relata la especialista.

La pandemia ha hecho que el tiempo dedicado a las pantallas haya aumentado de una manera muy llamativa por el aislamiento y la falta de estímulos. “Una de las medidas más efectivas para evitar conductas adictivas consiste en garantizar el acceso a actividades alternativas saludables. Cuando los niños y adolescentes tienen oportunidad de pasar tiempo al aire libre con sus iguales y realizar actividades deportivas y de ocio, el tiempo dedicado a pantallas se reduce de forma notable”, apunta la doctora Díez.

Los adolescentes son un grupo muy susceptible a desarrollar problemas relacionados con la dependencia a dispositivos de acceso a internet, que se ha relacionado con diversos problemas psiquiátricos como ansiedad social, depresión y problemas de atención, así como una dieta menos saludable y un mayor nivel de sedentarismo, sobrepeso y obesidad. Sin embargo, antes de la pandemia ya se manejaban datos de importancia en referencia a la salud mental de los niños y adolescentes, como que casi la mitad de los trastornos mentales se inicia antes de los 14 años o que el 10% de los niños menores de 12 años y el 20% de los adolescentes desarrollan en algún momento algún tipo de trastorno mental.

El consumo de tóxicos, como el alcohol o el cannabis, ha sido más difícil, aunque no imposible, durante el confinamiento, asegura la experta. Sin embargo, a pesar de que las consultas por motivos relacionados con los consumos en menores se habían reducido notablemente, ya se están igualando a datos de otros años. “Algunos expertos predicen, basándose en fenómenos históricos, que es probable que en los próximos dos o tres años surja un aumento brusco de todo tipo de consumos en jóvenes, lo que se está denominando Los nuevos locos años 20, denuncia la presidenta de la SPI.

Los pediatras con el fin de minimizar las consecuencias psicológicas de la pandemia, durante el Congreso han dado a conocer el documento de posicionamiento de la SPI-AEP que recoge una serie de medidas pensadas para favorecer un estilo de vida saludable y, en consecuencia, la reducción del impacto psicológico de la pandemia por la covid-19 en niños y adolescentes tal como: fomentar las actividades de ocio y muy especialmente las deportivas, con la apertura permanente de parques infantiles, centros deportivos y otras actividades organizadas para niños y adolescentes, garantizar la incorporación completa al colegio para todas las edades, en cada una de las comunidades autónomas y mejorar los sistemas de coordinación entre los equipos de atención primaria (pediatras y médicos de atención primaria que tratan adolescentes) y los servicios de salud mental, así como la accesibilidad a estos últimos.