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miércoles, 28 de abril de 2021

Cuánto dura la inmunidad del coronavirus para saber cuándo vacunarse

 

Cuánto dura la inmunidad del coronavirus para saber cuándo vacunarse



Claudio Triay, médico de Urgencias del hospital Mateu Orfila de Menorca pasó el coronavirus en marzo, tras someterse a una serie de pruebas en mayo comprobó que tenía anticuerpos y que los mantenía en diciembre.

"Considerando que tengo una inmunidad, al menos inicialmente, creo que no soy prioritario en este momento con la escasez de vacunas que hay, aunque trabajo en un servicio de urgencias, que somos primera línea", explicó el sanitario en el programa de Ana Rosa, en Telecinco.

Una decisión acorde con lo que afirman cuatro sociedades científicas (Sociedad de Medicina de Emergencias (SEMES), de Medicina Intensiva, Critica y Unidades Coronarias (SEMICUC), de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR) y la Sociedad Española de Inmunología (SEI)): retrasar la vacunación en personas que ya han pasado el Covid-19.

Los expertos indican que la inmunidad persiste más allá de los 8 meses tras la infección y, según muestran los datos, la mayoría de las personas que se han recuperado del Covid-19 todavía tienen suficientes células inmunitarias para defenderse del virus y prevenir la enfermedad al menos durante ese período, aunque matizan que "posiblemente la inmunidad celular persiste más allá de ese tiempo".

Así lo sugieren diversas investigaciones y un trabajo llevado a cabo por investigadores del Instituto de Inmunología de la Jolla en California (EE.UU), que concluye que la inmunidad podría durar años. El equipo rastreó cuatro componentes del sistema inmunológico: anticuerpos, células B que producen más anticuerpos según sea necesario; y dos tipos de células T que matan a otras células infectadas. La idea era construir una imagen de la respuesta inmune a lo largo del tiempo observando sus componentes.

Los investigadores encontraron que los anticuerpos eran duraderos, con reducciones modestas de seis a ocho meses después de la infección, aunque había diferencias notables en los niveles entre los participantes.

Es importante destacar que el cuerpo también tiene células inmunes llamadas 'células B de memoria listas'. Así si una persona vuelve a encontrarse con el SARS-CoV-2, estas células B de memoria podrían reactivarse y producir anticuerpos contra el SARS-CoV-2 para combatir la reinfección.

Esta 'faceta protectora' tras la infección sería la razón por la que piden retrasar la vacunación en personas que ya han pasado el COVID-19

Los diferentes especialistas de las cuatro sociedades científicas apuntan que esta inmunidad podría ser demostrada mediante prueba PCR positiva en algún momento previo a la vacunación; pruebas de antígeno positiva en algún momento previo a la vacunación; y personas que refieran haber tenido clínica compatible con Covid-19 tras realizárseles una prueba de serológica de anticuerpos que resultase positiva para IgG.

Los estudios de seroprevalencia nacional estiman que este grupo de 'población inmunizada' podría representar entre un 10-15 por ciento, por lo que "aconsejamos que la vacunación sea diferida, incluso si ya se les ha puesto la primera dosis de la vacuna, ya que entendemos que la inmunidad celular y/o humoral persiste en estos individuos y debe priorizarse la vacunación de individuos que no hayan tenido contacto con el SARS-CoV-2", argumentan.

De la misma forma, también recomiendan la realización de pruebas serológicas de la mayor especificidad posible antes de la vacunación, retrasando la vacunación de todos aquellos en los que aparecen títulos de inmunoglobulinas IgG positivas, "unos anticuerpos que aparecen cuando uno empieza a tener una buena respuesta frente a la infección, y podrían ser un buen indicador de que te estás curando”, explica un microbiólogo en El País.

Algunos países ya recomiendan la dosis única

Fuera de España ya se está comentando la posibilidad de que a las personas que han pasado la Covid se les ponga una sola dosis de vacuna. De hecho, las autoridades sanitarias francesas entienden que los que se contagiaron del virus "desarrollaron una memoria inmunológica tras la infección". La dosis única de la vacuna desempeñará así un papel recordatorio", explica la Alta Autoridad de Salud francesa (HAS).

Además, la HAS recomienda a estas personas, también, una espera de "más allá de tres meses" después de haber tenido el covid-19, "y preferiblemente seis meses", antes de suministrarse esta dosis única. Estados Unidos e Italia también están estudiando esta solución.

Lo que se sabe acerca de la inmunidad

La inmunidad es la capacidad del organismo para protegerse de la infección de un patógeno, y se adquiere tras pasar la enfermedad o vacunarse frente a ella.

Hay personas que cuentan con una 'inmunidad previa' debido e a las reacciones cruzadas con otros coronavirus anteriores. "Es posible que sea así, explica Marcos López Hoyos, presidente de la SEI. Las células T que han estado expuestas a otros coronavirus tienen una reacción cruzada frente a antígenos del Covid, con lo que pueden reaccionar y defender".

De hecho, es algo que se decía con los niños.
 "Los pequeños tienen muchos catarros por coronavirus comunes, por lo que es posible que tengan esas células T de reacción cruzada y que estén en cierto modo protegidos frente al SARS-CoV-2. Es una suposición plausible, pero no hay evidencias claras aún", añade.

Por otro lado, están las personas que han superado el nuevo coronavirus. Este es el caso del que hablábamos antes, y aquí una de las grandes dudas es cuánto dura la protección frente al Covid-19 tras la infección. El caso es que a pesar de los estudios antes reseñados y de las evidencias de que esa inmunidad dura al menos entre 6 y 8 meses, aún no se sabe con certeza absoluta, ya que la intensidad de la inmunidad generada tras una infección depende de muchos factores como la genética, la edad, el sexo, las vacunas previas o la exposición a patógenos. Y también de si se habla de respuesta inmunitaria humoral o celular.

Aunque las primeras evidencias parecen indicar que la respuesta inmunitaria de anticuerpos dura alrededor de seis meses, "todavía hace falta más tiempo de evolución, no parece que vaya a ser más larga que la de las células T. Estas sí pueden durar algo más", indica López Hoyos.

No obstante, además de los anticuerpos y de la importancia que tienen las células T, se ha descubierto que los pacientes pueden tener células B de memoria. "Y eso no se mide con un test de anticuerpos, apunta María Mercedes Jiménez Sarmiento, investigadora del CIB-CSIC, sino que habría que hacer análisis más complejos que únicamente se realizan en excepciones, como en personas que se han reinfectado o en aquellas que se pueden estudiar más por causas como una hospitalización larga".

martes, 20 de abril de 2021

¿Por qué se tienen náuseas y vómitos durante el embarazo?

 

¿Por qué se tienen náuseas y vómitos durante el embarazo?



Los expertos aseguran que, en la mitad de los casos, los síntomas mejoran o desaparecen alrededor de la semana 12 de gestación y solo en el 10% de los mismos perduran hasta el parto


Cada mañana, Coral se levantaba de la cama con el “estómago del revés”. Hacía un par de semanas que se había confirmado su embarazo, pero, incluso antes de que la prueba lo hiciera “oficial”, los vómitos y náuseas habían empezado a ser habituales a lo largo del día. No podía pensar en comer, cualquier alimento le producía repulsión. No había jornada en la que no fuera al baño a vomitar dos o tres veces. Una circunstancia que la debilitaba provocándole una desagradable sensación de mareo, dolor abdominal y, a veces, dolor de cabeza. Esta bien podría ser es la historia de Carmen, Laura, Esther, María… o de cualquiera de las mujeres que forman parte del 50 al 80% de la población gestante y padece este tipo de síntomas durante el primer trimestre del embarazo.



La doctora Ana Gaitero, ginecóloga, obstetra y especialista en Reproducción Asistida del Hospital Vithas Madrid Aravaca (Madrid), señala que las náuseas y vómitos en las mujeres gestantes suelen ser los síntomas más frecuentes al inicio del embarazo. Estos síntomas, dice esta doctora, “es más frecuente que aparezcan por la mañana, aunque pueden presentarse durante todo el día, afectando a la vida habitual de la mujer. No suelen perjudicar al estado metabólico, pero si son graves pueden dar lugar a deshidratación e incluso precisar ingreso hospitalario”.

El principal motivo que propicia la aparición de náuseas y vómitos durante la gestación está relacionado con la causa hormonal que, según la ginecóloga y obstetra del Hospital Vithas Madrid Aravaca, “aparece cuando empieza a elevarse la hormona del embarazo en sangre (BHCG), con el aumento de la progesterona, que contribuye al enlentecimiento del tránsito intestinal y a la relajación del esfínter esofágico inferior, y con el ascenso de estrógenos. También pueden contribuir causas inmunológicas o alérgicas, como reacción materna ante la presencia del embrión”. Por su parte, Concha Martín Perpiñán, ginecóloga e integrante de la Federación de Planificación Familiar (FPFE), además de los factores anteriormente citados, sostiene que la aparición de vómitos y náuseas también podrían estar relacionados con “la leptina, la hormona de crecimiento placentaria, la prolactina, la tiroxina y las hormonas adrenocorticales”. Además, continúa esta integrante de la Federación de Planificación Familiar, “también existe al parecer una predisposición étnica o familiar (Grjibovski et al., 2008) y se cree que existe una base psicógena de conflicto emocional relacionado con el propio hecho de la gestación”.

Náuseas y vómitos suelen presentarse al inicio de la gestación, desde la semana 5 y generalmente con más intensidad por la mañana. “En la mitad de los casos mejoran o desaparecen alrededor de la semana 12 de gestación y solo en el 10% de los casos permanecen durante todo el embarazo. Suelen acompañarse de sensación de mareo y malestar general y, en ocasiones, se desencadenan con olores fuertes, altas temperaturas o determinados sabores”, mantiene la doctora Ana Gaitero.

La ginecóloga Concha Martín Perpiñán apunta que el sexo del feto o el número de embriones podrían ser elementos que podrían influir en el desarrollo, por parte de la madre gestante, de este tipo de síntomas. “Lo cierto es que los embarazos gemelares presentan con más frecuencia este cuadro clínico. También se ha detectado que los embarazos en los que el feto es femenino pueden presentar estos síntomas en una proporción de 1.5 respecto a los embarazos de fetos masculinos (Schiff et al., 2004; Tan et al., 2006)”, afirma la representante de la Federación de Planificación Familiar.

La doctora Ana Gaitero subraya que existen algunos consejos y remedios naturales fáciles de implementar al inicio de la aparición de esta sintomatología, como serían:

  1. Seguir una dieta saludable haciendo comidas pequeñas cada poco tiempo, con alimentos bajos en grasa y ricos en proteínas o hidratos de carbono, como yogures desnatados, galletas, pan, frutos secos, o verduras frescas.

  2. Aprender a escuchar al cuerpo, comer poco cuando se sienta hambre y evitar las situaciones desencadenantes como las comidas picantes, los fritos, sabores fuertes, comidas muy calientes... Las infusiones de menta o jengibre en ocasiones mejoran la sintomatología.

  3. La ingesta de polivitamínicos con ácido fólico (al menos 400 microgramos), recomendados en las fases previas y durante el embarazo, ha demostrado disminuir las náuseas y vómitos.

  4. Si estas medidas son insuficientes se pautan tratamientos con fármacos antieméticos, aquellos indicados para tratar náuseas y vómitos, como el Cariban®, que contiene antihistamínicos y vitamina B6, o el Primperán®, y que no han demostrado riesgos con su toma durante el embarazo.

Y siempre, prosigue la doctora Ana Gaitero, “es necesario consultar con un ginecólogo de confianza, que le ayudará y recomendará el mejor tratamiento en tu caso”.

En el caso de que sea necesaria la hospitalización de la gestante, la ginecóloga Concha Martín Perpiñán explica que “entre los factores que incrementan el riesgo de ingreso hospitalario se encuentran el hipertiroidismo, un embarazo molar previo, diabetes, enfermedades digestivas y asma (Fell et al., 2006). También, y aunque ocurre en menos del 1% de los casos, en algunas mujeres el vómito puede ser tan intenso que la deshidratación, los trastornos electrolíticos, las alteraciones acido-básicas y la cetosis por inanición se vuelven problemas graves (esto se denomina hiperemesis gravídica) que requieren de hospitalización y de tratamiento parenteral de reposición de electrolitos”.

miércoles, 14 de abril de 2021

Qué podremos hacer y qué no después de estar completamente vacunados.

 

Qué podremos hacer y qué no después de estar completamente vacunados.



El 27 de diciembre de 2020 no fue un domingo cualquiera. Araceli Rosario Hidalgo, nacida en 1924 e interna en una residencia de personas mayores de Guadalajara, recibió la primera vacuna contra la COVID-19 administrada en España.

Desde entonces (y hasta primeros de abril) se han administrado 10 millones de dosis. Casi el 15% de los mayores de 18 años (6,8 millones) ha recibido al menos una, y el 6,4% (algo más de 3 millones) la pauta completa.

Aunque el Gobierno anuncia una fuerte aceleración de la vacunación, son todavía cifras insuficientes para controlar la pandemia. La 4ª ronda del Estudio Nacional de Seroprevalencia (ENE-COVID), finalizada en noviembre de 2020, mostraba que el 10% de los españoles (más del 17% en alguna Comunidad como Madrid) tenía anticuerpos frente al SARS-CoV-2 por haber pasado la enfermedad. Y todos sabemos cómo de dura fue la tercera oleada iniciada el mes siguiente.

Estamos aún lejos de la inmunidad de rebaño (si es que la inmunidad de rebaño es posible). Recordemos que, al menos por el momento, niños y adolescentes están excluidos de la vacunación, que los países menos desarrollados tardarán en ser vacunados (y probablemente también los grupos más pobres de los países desarrollados) y que existe la posibilidad de que se mantengan reservorios animales del virus.

Pero aunque la cobertura vacunal es de momento insuficiente, 3 millones de personas con la pauta completa son muchas personas. Muchísimas. Y son más cada día. Qué pueden y qué no pueden hacer es una pregunta importante. Para ellos, para sus familias, sus compañeros y

migos y, también, para las economías de sus países. Para todos.

¿Qué podrían hacer y qué no los vacunados?

Pese a que Israel haya abierto las discotecas para las personas vacunadas, y los países más avanzados en vacunación anuncien el retorno de los buenos tiempos, aún existe mucha incertidumbre para definir con rotundidad qué podrían hacer o no los vacunados.

Los Center for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos son quizás quienes han hecho recomendaciones más específicas (y optimistas) para las personas completamente vacunadas (dos semanas tras recibir la segunda dosis o la primera en el caso de vacunas de una sola dosis).

Para los CDC, y desde este mes, los vacunados deberían seguir llevando mascarilla y

manteniendo la distancia en público, con personas de más de dos hogares o con personas vulnerables. También deberían evitar espacios mal ventilados y reuniones numerosas, usar mascarilla en el transporte público (y las estaciones), realizarse pruebas al volver a Estados Unidos y realizarse pruebas (y aislarse) si desarrollan síntomas. Además de seguir las recomendaciones específicas que puedan existir en algunos centros o lugares de trabajo.

Sin embargo, los CDC sostienen que los vacunados completamente pueden reunirse en interiores con otras personas completamente vacunadas sin máscara ni distancia, o con personas no vacunadas de otro hogar (siempre que no sean de riesgo).

También podrían viajar sin restricciones ni pruebas ni cuarentenas dentro de Estados Unidos. Ni siquiera exigen pruebas (salvo que el país receptor lo exija) para viajar a otros países. Aunque sí para volver a Estados Unidos: una prueba en origen y nueva prueba a los 3-5 días, pero no cuarentena.

Tampoco requieren aislamiento ni la realización de test a los vacunados con contacto con enfermos de COVID-19 (salvo que desarrollen síntomas o residan en un centro colectivo).

Sin duda son grandes cambios. Y, hasta cierto punto, atrevidos. Por eso muchos países observamos con interés los resultados de estas estrategias de desescalada en vacunados en sociedades aún no completamente vacunadas.

¿Por qué nos preocupa la posible relajación posvacunación?

Sabemos, por los ensayos clínicos de autorización de las diferentes vacunas, que la vacunación es extraordinariamente efectiva para reducir los casos de covid-19 sintomática en todos los grupos de edad. Incluso cuando se infectan, el riesgo de desarrollar covid grave es mucho menor.

También sabemos, por estudios observacionales con datos del mundo real en Estados Unidos, Reino Unido e Israel, que la vacunación real conserva la efectividad frente a la covid asintomática. Y, también, aun preliminarmente, que los vacunados que se infectan tienen cargas virales menores que los no vacunados. Si una proporción importante de personas vacunadas no se infecta y los que lo hacen tienen una menor carga viral, la capacidad de transmisión debería disminuir notablemente.

No sabemos de momento cuánto dura –y, en su caso, cuándo y cómo decae– la protección que ofrece la vacunación (o la inmunidad natural tras haber pasado la infección). Por el momento, y considerando la inmunidad humoral y celular, la protección parece resistir bastante bien al menos 6 meses. Es más, los casos reportados de reinfección son anecdóticos.

Asimismo sabemos que las vacunas se comportan bien respecto a la mayoría de las variantes preocupantes, incluyendo la variante británica (B.1.1.7). Pero en laboratorio pierden algo de efectividad frente a la variante sudafricana (B.1.351) y otras variantes con la mutación E484Y. E ignoramos el impacto de esta pérdida parcial de efectividad en el mundo real.

Pero, y quizás sobre todo, desconocemos la capacidad del SARS-CoV-2 –en un futuro más o menos inmediato– de evadir la respuesta inmunitaria producida por las vacunas (o la inmunidad natural). Cada día que persiste la transmisión –y es todavía muy elevada en muchos países– tiene oportunidades para mutar e intentarlo. Y el futuro no está escrito.

En este contexto de incertidumbre, un exceso de relajación tras la vacunación podría se

problemático. Preocupa, en primer lugar, que la posible “relajación” de medidas en los vacunados pudiera dar lugar a un incremento de infecciones entre ellos. Aún en su mayoría asintomáticas, y pese a su menor capacidad de transmisión, podrían trasladarse a infecciones en no vacunados, fundamentalmente poblaciones más jóvenes (los más tardíos en recibir la vacunación).

Y aunque los jóvenes (y también los vacunados) mantengan un menor riesgo de desarrollar covid grave, si la transmisión es muy alta podrían suponer un problema de saturación de servicios sanitarios y deterioro de la salud.

También preocupa el potencial desarrollo de variantes de escape o una disminución de la respuesta inmunitaria que condujera a la aparición de reinfecciones. Y, sobre todo, preocupa la combinación conjunta de todos los riesgos: altas tasas en jóvenes, nuevas variantes y reinfecciones.

La prudencia no nos debe hacer imprudentes

La alternativa de mantener las restricciones para los vacunados también tiene importantes costes sociales. En distancia social, en soledad, en fatiga pandémica, en retraso en la recuperación y en incremento de la pobreza. La prudencia por un lado no nos debe hacer imprudentes por otro. Habrá que tomar decisiones equilibrando riesgos y beneficios en cada momento.

Existe mucha incertidumbre y las recomendaciones irán cambiando a medida que avance la vacunación y se disponga de nuevas evidencias científicas sobre su impacto en la transmisión.

Lo razonable es seguir en cada momento las normas establecidas por las autoridades sanitarias (no seguirlas podría acarrear sanciones). Actualmente en España las recomendaciones no establecen  diferencias entre vacunados y no vacunados. Tampoco en otros países con la campaña de vacunación más avanzada, como el Reino Unido.

Lo razonable es, también, que estas recomendaciones se vayan actualizando lo antes posible, con el avance en el número de personas vacunadas y con las nuevas evidencias sobre el impacto de la vacunación en la transmisión (incluyendo lo que aprendamos de los países que ya han empezado a relajar medidas). Y sin miedo a dar marcha atrás si la situación epidemiológica lo aconsejara.

En esto también debemos combinar la impaciencia en la búsqueda de la normalidad y la recuperación con la paciencia para poder llegar a ellas sin más sacrificios que los que estemos obligados a hacer. No será fácil encontrar equilibrios. Y cometeremos errores. Más errores. Por defecto y por exceso. Pero hace tiempo que sabemos que no es fácil tomar decisiones en estos tiempos.

Cabe recordar, finalmente, que también preocupa (y mucho) la relajación en las semanas inmediatas tras la primera dosis, cuando nuestro organismo aun no ha tenido tiempo de producir anticuerpos frente al SARS-CoV-2 y aun no tenemos protección. Aquí sí que sabemos que hay que mantener todas las mismas medidas que los no vacunados. En esto no tenemos la más mínima duda ni incertidumbre.

miércoles, 7 de abril de 2021

¿Por qué solemos juzgar tan rápido a los demás?

 

¿Por qué solemos juzgar tan rápido a los demás?


En pocas décimas de segundo, los humanos nos creamos una imagen de los demás que no es muy diferente de la que elaboramos cuando nos dan más tiempo para ello. Según un estudio realizado en la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey (Estados Unidos), a partir de esa primera impresión ya juzgamos la agresividad, la eficacia o el grado de confianza que nos merece una persona determinada. Para ello, nos basamos en sus rasgos físicos y su comunicación no verbal, como sus gestos o su forma de mirar



De hecho, esa imagen inicial es tan potente que los hechos raramente la desmienten. Una investigación dirigida por el psicólogo Jeremy Biesanz, de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá, muestra que una vez que hemos puesto un calificativo a alguien, es difícil que lo cambiemos radicalmente, haga lo que haga. Por ejemplo, si hemos decidido que alguien es inofensivo y buena persona, probablemente seguiremos pensándolo en el fondo incluso aunque nos haya agredido.

 

Esta impronta es el resultado en realidad de una adaptación evolutiva: cuando nuestros ancestros se encontraban entre ellos, debían decidir rápidamente si el otro sujeto era de fiar. Esa es, precisamente, la característica principal que aún hoy entresacamos en un primer vistazo: la confianza que la otra persona nos genera. En el pasado, esa decisión podía marcar la supervivencia del individuo. Aunque en la actualidad esa especie de juicio rápido acerca del otro ya no parece tan necesaria, la fuerza de la primera impresión sigue grabada a fuego en nuestra genética.

Si bien juzgar a los demás puede parecer bastante inocuo (ya que podemos hacer esto con cierto anonimato), está lejos de ser inofensivo para nosotros y para los demás, en general. Además, recuerda que ser críticos también nos priva de la oportunidad de fortalecer nuestro músculo de empatía

Pero, ¿por qué lo hacemos? Nuestros cerebros intentan entender por qué las personas hacen las cosas que hacen. Hacemos juicios rápidos sobre las personas porque nos lleva a lo siguiente que nuestro cerebro necesita para trabajar. En otras palabras, es la forma más rápida de responder a la pregunta que nos surge cuando vemos a alguien hacer algo que no tiene sentido o evoca una respuesta visceral de ira o aversión.

Solemos vernos inmersos en varios tipos de juicios pero el más fácil o modo predeterminado, es juzgar el carácter de una persona. Cuando vemos a alguien hacer algo que creemos que es abominable, estúpido o ridículo, nos apresuramos a decir que es exactamente eso. A calificarlo como tal. Esto sucede, sobre todo, cuando no conocemos a esa persona y solo obtenemos una instantánea de ella a través de sus acciones en ese instante. 

 

¿Con qué frecuencia juzgamos a los demás?

Si te paras a pensarlo, te sorprenderías de las veces que lo haces y de cuánto espacio en tu mente ocupa dicho juicio a lo largo del día. Lo ideal es que le demos 'la vuelta a la tortilla' y nos enfoquemos en mejorar nuestra compasión y empatía hacia los demás, porque también nos hará más felices.