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jueves, 28 de enero de 2021

La paradoja de Salomón: por qué eres mejor aconsejando a los demás que a ti mismo.

 

La paradoja de Salomón: por qué eres mejor aconsejando a los demás que a ti mismo.



El rey Salomón ha pasado al imaginario popular como un modelo de sabiduría y sensatez. La tradición bíblica dice que durante su largo y próspero reinado la gente recorría largas distancias para pedirle consejo.

Sin embargo, su vida personal distaba bastante de la rectitud y sabiduría que emanaba. Era vanidoso, amaba el dinero, alardeaba de sus riquezas y tenía cientos de esposas y concubinas paganas. A la larga, sus malas decisiones en el plano personal y sus pasiones incontroladas contribuyeron a la eventual desaparición de su reino.

Igor Grossmann, investigador de la Universidad de Waterloo, se ha inspirado en el mito de Salomón para explicar un fenómeno humano bastante extendido: la tendencia a razonar de manera más sabia y sensata sobre los problemas ajenos que sobre los propios.



En casa del herrero, ¿cuchillo de palo?

En uno de sus estudios, Grossmann reclutó a personas que mantenían una relación de pareja desde hacía tiempo. A algunos les pidió que reflexionaran sobre la infidelidad de su pareja y otros debían imaginar que la pareja de su mejor amigo le había sido infiel.

Luego, todos respondieron una serie de preguntas sobre el futuro de la relación para evaluar aspectos clave de la sabiduría como la capacidad para reconocer los límites de nuestro conocimiento, la habilidad para ponernos en el lugar del otro, la disposición a evaluar diferentes puntos de vista y la búsqueda activa de compromisos.

Curiosamente, aunque todos los participantes reflexionaron sobre la infidelidad, quienes imaginaron que le había ocurrido a un amigo mostraron mayor sensatez y fueron capaces de analizar de manera más objetiva sus emociones y pensamientos.

Eso indica que, aunque conozcamos mejor los matices de la situación o estemos más motivados a solucionar un problema porque nos afecta directamente, nuestra capacidad para reflexionar de manera sensata sobre los conflictos personales disminuye considerablemente.

De hecho, la sabiduría no es una cualidad fija, sobre todo cuando se trata de aplicarla a nuestra vida. Depende en gran medida del nivel de implicación personal y varía de un contexto a otro, hasta el punto de generar situaciones contradictorias en las cuales, cuanto más nos preocupemos por decidir sabiamente, menos probable es que lo hagamos.

Grossmann lo comprobó en un estudio de 2016. Entonces pidió a otro grupo de personas que llevaran un diario durante 9 días donde reflejaran el problema personal más complejo que habían vivido el día antes y cómo razonaron para resolverlo. Los participantes no solo debían reconstruir la experiencia sino también anotar las emociones que experimentaron y las ideas que cruzaron por su mente. Después debían indicar en qué medida creían que habían pensado o actuado sabiamente.

Descubrió que, a la hora de afrontar los problemas de la vida, nuestra sabiduría oscila enormemente, así como nuestro nivel de humildad intelectual, disposición al compromiso y capacidad para ver más allá de nuestro punto de vista.

Sin duda, los conflictos personales y problemas que nos tocan de cerca pueden llegar a nublar nuestra sabiduría haciendo que nos sumerjamos demasiado en nuestras emociones y puntos de vista para confirmar la certeza de que nuestra manera de ver las cosas es la única posible, aunque esté equivocada o sesgada. Así terminamos atrapados en un círculo vicioso que nos conduce a tomar malas decisiones y nos aleja de la sabiduría que derrochamos con los demás.

De hecho, esa implicación personal también afecta nuestra capacidad para buscar soluciones creativas a los problemasPsicólogos de las universidades de Cornell y Nueva York descubrieron que somos más creativos cuando debemos tomar decisiones por los demás. Se nos ocurren ideas más originales para los otros y es más probable que resolvamos los problemas ajenos antes que los propios.

Cuando los problemas nos afectan demasiado, desarrollamos una especie de fijación funcional. No somos capaces de ver más allá de las soluciones convencionales. Es como si usásemos anteojeras. De hecho, cuando creemos que tenemos algo que perder, preferimos arriesgar menos, pero no tenemos reparos en tomar decisiones más audaces en lugar de los demás, según un estudio de la Universidad Normal del Este de China.

Esa aversión al riesgo puede ser sensata en algunos casos, pero generalmente solo conduce a perpetuar el problema poniendo pequeños parches donde se necesita una reestructuración integral. Atrapados en el revoltijo mental que generan los problemas propios, no es difícil que terminemos siendo excelentes consejeros de los demás y pésimos gestores de nuestra vida.

Distancia psicológica, clave para usar nuestra reserva de sabiduría

Si la mayoría de las personas muestran más sabiduría y sensatez al razonar sobre un problema ajeno, la clave consiste en asumir una distancia psicológica de los conflictos que nos afectan directamente.

Grossmann lo comprobó. Volvió a utilizar el escenario de la infidelidad, solo que en esta ocasión pidió a las personas que reflexionaran sobre el engaño de su pareja en primera o tercera persona, mientras profundizaban en sus pensamientos y sentimientos.

Quienes hablaron en tercera persona se distanciaron más de la experiencia de traición y fueron capaces de razonar de manera más sensata sobre los conflictos de la relación que quienes se sumergieron por completo en sus sentimientos. Y es que asumir una distancia psicológica del problema nos permite reflexionar con la misma sabiduría que cuando pensamos en los problemas ajenos.

Hablarnos en tercera persona nos hace evaluar los factores estresantes del futuro como menos amenazantes y asumirlos más como un reto que como un problema”, lo cual resta ansiedad y nos ayuda a regular nuestros sentimientos y pensamientos, según otro estudio de la Universidad de Michigan.

Por tanto, un truco sencillo para distanciarnos de un problema consiste en preguntarnos: “¿Qué piensa él/ella?” o “¿Qué haría él/ella para solucionar este problema?” en vez del clásico “¿Qué pienso?” o “¿Cómo voy a solucionar este problema?”.

No se trata de un mero truco mental. Los neurocientíficos han comprobado que pensar en nosotros en tercera persona disminuye efectivamente la actividad de las zonas del cerebro autorreferenciales, lo cual nos ayuda a asumir una perspectiva más positiva y ventajosa.

Otra estrategia para ver nuestros problemas en perspectiva consiste en asumir una distancia temporal. Psicólogos de la Universidad de Waterloo comprobaron que podemos centrarnos en lo que haría nuestro “yo futuro”.

Basta adelantar en nuestra imaginación las manecillas del reloj para saltar al año próximo y pensar qué haríamos para solucionar el problema. Esta estrategia nos ayudará a liberarnos de la sensación de agobio que suele generar el presente y evitará que rumiemos innecesariamente los eventos negativos, lo cual nos permitirá analizar el problema desde una perspectiva más desapegada y sensata.

Ponernos en el lugar de otra persona es otra técnica eficaz para asumir una distancia de los problemas que nos afectan. Psicólogos de la Universidad de Barcelona constataron que cuando las personas usaban la realidad virtual para desdoblarse en el cuerpo de Freud, lograban distanciarse de su problema, percibían mejor los cambios y se daban mejores consejos.

La buena noticia es que no necesitamos recurrir a la realidad virtual para ponernos en la piel de otra persona. Basta imaginar que somos, por ejemplo, nuestro mejor amigo o nuestro padre, y preguntarnos qué nos diría, qué consejo nos daría o que solución nos propondría para superar la adversidad.

Cambia el foco y todo cambiará

Asumir una distancia psicológica de los problemas y conflictos no siempre es fácil. A veces el impacto emocional de la adversidad es tan grande que nos resulta imposible ver las cosas con la perspectiva necesaria. Cuando navegamos por aguas tormentosas, no es difícil que el pensamiento se quede atrapado en la red de los miedos y las inseguridades. En esos casos, investigadores de Universidad de Waterloo tienen otra carta bajo la manga: centrarnos en la búsqueda de la virtud.

En su estudio, comprobaron que cuando nos movemos por el deseo de actuar más allá de los intereses personales y desarrollar la mejor versión de nosotros mismos, logramos aplicar una estrategia de razonamiento más sensata que nos ayuda a resolver nuestros conflictos minimizando los daños colaterales.

Centrarnos en la virtud reduce el enfoque en puntos de vista egocéntricos y aumenta el valor percibido de las experiencias y perspectivas de otras personas”, explican estos investigadores. Nos ayuda a desarrollar la humildad intelectual que nos permita comprender que nuestra perspectiva por sí sola no es suficiente y nos anima a abrirnos a otras posturas y formas de pensar.

Al reconocer nuestros límites logramos trascender el problema y desarrollar una visión más completa y desapegada que nos permita pensar de manera más equilibrada y sensata. Entonces superaremos la paradoja de Salomón y podremos convertirnos en un amigo sabio para nosotros mismos

miércoles, 20 de enero de 2021

El secreto para cumplir tus propósitos de año nuevo de una vez por todas.

 

El secreto para cumplir tus propósitos de año nuevo de una vez por todas.



Comer de manera más saludable. Empezar a practicar deporte. Dejar de fumar. Leer más. Adelgazar. Pasar menos tiempo en las redes sociales. Aprender un nuevo idioma. Empezar a ahorrar. Ser más productivo. Tener más paciencia…

La llegada de un nuevo año nos inunda de buenos propósitos. La sensación de estar ante una página en blanco en la cual escribir una nueva etapa de nuestra vida genera cierta euforia que a menudo transmuta en objetivos poco realistas.

Por desgracia, muchas de esas metas tienen una vida muy corta. Diferentes estudios y encuestas revelan que la inmensa mayoría de las personas abandonan sus buenos propósitos de año nuevo en febrero.



Tras dar seguimiento a 200 personas durante dos años, investigadores de la Universidad de Scranton descubrieron que el 77% de ellas mantuvo sus promesas durante apenas una semana. Solo el 19% fue capaz de mantenerse fiel a sus metas durante dos años.

La ciencia nos confirma que no basta con prometernos que este año será diferente. Los viejos hábitos siempre están al acecho. Necesitamos algo más.

Efecto del nuevo comienzo: ¿por qué nos planteamos buenos propósitos todos los años?

En 2014, Katherine Milkman investigó esa sensación de euforia y empoderamiento que nos invade cuando llega un año nuevo y nos motiva a plantearnos metas poco realistas para los próximos 12 meses de nuestra vida. La llamó el “efecto del nuevo comienzo”.

Milkman descubrió un fenómeno curioso: solemos plantearnos objetivos nuevos cuando nos encontramos ante una fecha importante, como puede ser un cumpleaños o aniversario, un nuevo año o el inicio de una semana o un mes. Al parecer, esas referencias temporales nos inspiran a cambiar nuestro comportamiento insuflándonos una dosis extra de energía.

Es probable que este fenómeno siente sus bases en una creencia muy arraigada en nuestra sociedad: los nuevos comienzos son oportunidades de cambio y crecimiento personal. De hecho, percibir cierta discontinuidad en el calendario genera dos efectos psicológicos importantes.

Por una parte, algunas fechas se convierten en hitos temporales que nos sacan de la corriente de sucesos triviales y ordinarios del día a día. El fin de año, por ejemplo, nos anima a hacer un alto en la vertiginosidad cotidiana para reflexionar sobre el pasado y proyectarnos al futuro.

Por otra parte, esa discontinuidad en nuestra percepción del tiempo nos hace sentir que se abre una nueva etapa de nuestra vida y nos ayuda a asumir una distancia psicológica que nos permite desconectarnos de las imperfecciones y errores del pasado.

Aunque percibimos la interconexión entre nuestro “yo” pasado, presente y futuro, también solemos verlos como componentes separados de nuestra identidad. Esa perspectiva nos permite proyectar un nuevo “yo” más en consonancia con la persona que deseamos ser.

La posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva es tentadora. Por eso cada año nuevo solemos plantearnos buenos propósitos. Sin embargo, no basta con las buenas intenciones. Necesitamos que nos guíen los motivos adecuados.

Motivación intrínseca, la clave para cumplir nuestras metas

La llegada de un nuevo año nos brinda un gran impulso psicológico para cambiar. Pero se trata tan solo del primer empujón, debemos asegurarnos de tener “combustible” suficiente para seguir adelante. Ese “combustible” es la motivación.

La motivación es lo que nos impulsa y mantiene centrados en nuestros objetivos. Sin embargo, existen dos tipos de motivación. La motivación extrínseca necesita un flujo continuo de recompensas externas mientras que la motivación intrínseca se sustenta por sí misma porque el objetivo que nos hemos planteado tiene un propósito real para nosotros o está vinculado a algo que valoramos.

Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio, por ejemplo, reveló que la motivación intrínseca nos ayuda a mantenernos constantes en la práctica de ejercicio físico a lo largo del tiempo. Otra investigación llevada a cabo en la Universidad de Rochester concluyó que la adherencia al deporte mejora cuando nos sentimos satisfechos con su práctica y valoramos las competencias adquiridas, pero disminuye cuando los motivos que nos impulsan están relacionados con la apariencia física.

En práctica, la motivación intrínseca nos garantiza que estamos persiguiendo una meta por las “razones correctas”. En cambio, si nos planteamos objetivos guiados por motivos extrínsecos, es probable que tiremos rápidamente la toalla. Si necesitamos continuamente un reforzamiento externo, cuando este se atenúe o desaparezca nuestra motivación también caerá en picado. Será más fácil que nos desanimemos y frustremos.

Al contrario, si disfrutamos del camino que nos conduce a nuestros objetivos y somos plenamente conscientes de los beneficios que nos aportan, podremos tomar las decisiones correctas cuando lleguemos a las ineludibles bifurcaciones que encontraremos a lo largo del camino.

¿Cómo diferenciar los motivos intrínsecos de los extrínsecos?

Distinguir los motivos intrínsecos de los extrínsecos no siempre es fácil. A menudo nuestros deseos y necesidades se funden con las presiones y expectativas sociales formando un ovillo en nuestra mente.

Para desenredar nuestras motivaciones debemos prestar más atención a las sensaciones. Si un motivo es extrínseco, más temprano que tarde comenzaremos a sentir un enorme peso. Percibiremos los pasos que debemos dar para lograr esa meta como una obligación impuesta. Los motivos intrínsecos, al contrario, nos hacen sentir inspirados durante la mayor parte del tiempo y, aunque algunos pasos pueden ser difíciles, su consecución nos hace sentir satisfechos.

También debemos prestar atención a nuestro diálogo interior. Cuando nos guía una motivación extrínseca solemos usar palabras como “debo hacer dieta” o “tengo que ir al gimnasio”, las cuales suelen denotar una presión externa. Al contrario, cuando la motivación es intrínseca usamos un lenguaje más personal, como “voy a hacer dieta” o “quiero ir al gimnasio”.

Para no caer en la trampa de los motivos extrínsecos, será mejor que nos preguntemos: ¿De dónde surgen nuestros propósitos? ¿Por qué son importantes para nosotros? ¿Qué satisfacciones nos aportarán? ¿Disfrutaremos de la consecución de esos objetivos?

Si no somos capaces de responder a estas preguntas, es probable que nuestros motivos respondan a presiones o expectativas externas. Por tanto, deberíamos reconsiderarlos. En ese caso, deberíamos plantearnos otras metas que estén en sintonía con nuestras auténticas prioridades.

Ni el mejor de los motivos te llevará lejos si no planificas

Los motivos intrínsecos son el por qué, pero para lograr nuestros buenos propósitos de año nuevo también necesitamos un cómo. Las mejores motivaciones pueden estrellarse contra el muro de la realidad y los viejos hábitos. Para que eso no ocurra necesitamos planificar.

Investigadores de la Universidad de Minnesota nos dan una pista: cada pequeña decisión encierra la posibilidad de abandonar el camino emprendido. Cuantas más decisiones tengamos que tomar a lo largo del camino, más difícil nos resultará mantener el autocontrol y la fuerza de voluntad necesarios para lograr nuestros objetivos.

Por tanto, necesitamos simplificar la consecución de nuestras metas estableciendo una rutina y apegándonos a ella. Eso significa que, si queremos seguir una dieta más saludable, debemos planificar un menú semanal para no tener que decidir cada día qué comer. Si queremos ponernos en forma, debemos planificar los horarios y el tipo de entrenamiento con antelación.

Así evitaremos sentirnos abrumados por todas esas pequeñas decisiones. Y lograremos que la actitud entusiasta del año nuevo no deje paso en febrero a la sensación de que todo es demasiado difícil como para seguir adelante.

jueves, 7 de enero de 2021

Qué pasa si solo me pongo una dosis de la vacuna del Covid-19 en vez de las do

 

Qué pasa si solo me pongo una dosis de la vacuna del Covid-19 en vez de las dos


En un mundo perfecto, todo el mundo tendría que tener acceso a la segunda dosis. Pero cuando se trata de Covid-19, estamos dando bandazos día sí, día también.

Hasta hace poco, apoyábamos el estricto régimen de vacunas, que requería dos dosis en un mes. Tanto los ensayos clínicos de Pfizer como los de Moderna se llevaron a cabo de esta manera, y las tan publicitadas tasas de eficacia del 95 por ciento se extrajeron de esos ensayos”, explica al Washington Post Robert M. Wachter, presidente del departamento de medicina de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).

La actual estrategia es muy lenta

Pero la realidad es diferente. Hay factores que podrían alterar el plan: restricción de oferta, vacunas que llegan con retraso, un plan de vacunación desigual, y permisos y supervisiones que están ralentizando aún más el proceso.

También esperábamos que ya estuvieran disponibles otras vacunas adicionales. Pero solo se están administrando las vacunas Pfizer y Moderna (en Reino Unido también la de Oxford-AstraZeneca) y se están produciendo más lentamente de lo esperado. “Aún más preocupantes son los obstáculos en la distribución que dificultan la vacunación de las personas lo más rápido posible”, añade Wachter.

Del ‘refuerzo principal’ a la inmunidad total

Un escenario que ha llevado a algunos científicos ha pedir a los gobiernos que distribuyan dosis únicas de la vacuna contra el Covid-19 después de que una investigación preliminar sugiriera que parecen proporcionar un grado de protección, a pesar de que las farmacéuticas recomiendan dos dosis.

De hecho, Pfizer y BioNTech advirtieron que se requerían dos dosis de su vacuna para una máxima protección contra Covid, y que no tenían evidencia de que la primera dosis sola ofreciera protección después de tres semanas.

Sin embargo, los análisis realizados por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de las vacunas Moderna y Pfizer arrojaron que una sola dosis de cualquiera de ellas parece proporcionar cierta protección contra el coronavirus.

Investigadores encontraron, durante la tercera etapa, antes de su aprobación, que la eficacia de una sola dosis de la vacuna de Moderna está entre el 80 y el 90 por ciento. Por otra parte, científicos encontraron que una dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech tiene una efectividad del 70 por ciento en comparación con el 95 por ciento que se logra con dos inyecciones.

Estos datos son tranquilizadores pero confirman que es necesaria una segunda dosis para conseguir la inmunidad. Los de Moderna muestran una sólida respuesta inmune cuatro semanas después de la primera inyección, y la mayoría de los expertos creen que es extremadamente improbable que la inmunidad caiga en picado de alguna manera en la semana ocho o incluso en la semana 12 después de una sola inyección. Otra preocupación es que, con un retraso, algunas personas pueden olvidar recibir su segunda inyección. Se requerirá un esfuerzo para rastrear a las personas y recordarles que lo reciban.

Por otro lado, después de aprobar la vacuna Oxford-AstraZeneca, los reguladores británicos dijeron que tenía una efectividad de cerca del 70 por ciento en las 12 semanas posteriores a la primera dosis, pero según un estudio publicado en The Lancet, una sola dosis tiene una eficacia del 64,1 por ciento, que aumenta al 70,4 por ciento tras la segunda dosis.

Este panorama desigual y confuso está generando mucha controversia sobre la conveniencia de vacunar a más personas solo con una única dosis (ya que las remesas están tardando en llegar mientras el virus y su nueva variante se extiende) o a menos población con las dos dosis.

A este respecto, científicos de Pfizer advirtieron, en un comunicado el 31 de diciembre, que es preciso no confiarse demasiado en que una dosis ofrece la suficiente protección a largo plazo. Señalaron que, "no hay datos" que muestren que la protección después de la primera dosis se mantiene después de 21 días.

La primera dosis es lo que los científicos llaman el refuerzo principal”explica la bióloga Natália Pasternak, presidenta del Instituto Questão de Ciência, de Brasil. "Es como si le diera un 'impulso inicial' al sistema inmunológico. La segunda dosis genera una mejor respuesta inmunológica".

"Si la segunda dosis de la vacuna fuera superflua y supiéramos que no extendía la duración de la protección, el principio sería proteger a la mayor cantidad de personas y salvar tantas vidas como sea posible", aseguró a la emisora de radio WBUR Barry Bloom, epidemiólogo de la Universidad de Harvard.

A pesar de reducirse la efectividad de la vacuna del 95 al 70 por ciento, y dadas las dificultades de producción y distribución, estamos ante la decisión de asumir un mayor riesgo frente a una posible exposición al virus a cambio de proteger un mayor número de personas, evitando así el avance exponencial de la enfermedad entre la población.

Los expertos aclaran que “no estamos discutiendo en contra de que la gente reciba dos dosis sino que reciba una sola inyección ahora y espere a la segunda”.

LA IMPORTANCIA DEL PASO DE LOS DÍAS TRAS UNA DOSIS

Aunque la primera dosis proporciona ya cierta protección, la segunda actúa de refuerzo y provoca que el sistema inmunitario genere células de memoria de larga duración que circularán por el organismo para protegerlo frente a una eventual infección.

No obstante, también es importante el tiempo que tiene que pasar tras recibir la primera de las dosis, ya que el efecto de la vacuna no es inmediato. De acuerdo con los expertos, incluso si recibes la vacuna, el cuerpo tarda unos días en empezar a construir una respuesta inmune para poder combatir el virus y evitar que te contagies, y es por esto que los médicos recomiendan que no se baje la guardia o se deje de usar mascarilla al recibir una dosis.

Eso explica, por ejemplo, que se produzcan casos de personas infectadas aún habiéndose puesto la primera dosis, independientemente de su eficacia. Es lo que ha ocurrido en el geriátrico Domusvi de Costa d'en Blanes, en el municipio de Calvià (Mallorca), aislado por la Conselleria de Salud tras detectarse 55 casos positivos de covid-19 entre los residentes y 6 contagios entre los trabajadores.

El brote se ha producido después de haber iniciado la vacunación con la primera dosis el pasado 30 de diciembre. Desde el Servicio de Salud de Islas Balears (IB-Salut) han precisado que este brote no tiene nada que ver con el proceso de vacunación.

Entra dentro de la normalidad que pueda aparecer un brote después de la vacunación, pues el proceso de inmunización es progresivo y por ello la respuesta frente al virus no se adquiere hasta una semana después de la administración de la primera dosis”, ha explicado la Conselleria en un comunicado.

Además, han avanzado que esperan que les puedan inyectar la segunda dosis de la vacuna, ya que esperan que para entonces ya hayan superado el virus; entre la primera y la segunda dosis tienen que pasar 21 días.

De hecho, tal y como explicaba Wachter en su artículo, “la segunda inyección agrega una medida de efectividad y probablemente hace que la inmunidad derivada de la vacunación sea más duradera”. Sin esa segunda dosis, el riesgo de infección permanece.

Por eso abogamos por que se retrase, no que se elimine por completo. Y se puede argumentar que para los grupos con mayor riesgo de exposición (como los sanitarios) y de muerte (mayores de 75 años), es razonable ceñirse a la estrategia temprana de la segunda dosis. Pero para todos los demás, la estrategia de aplazamiento tiene sentido”, concluye.