¿ADICTO
A LA LECTURA? ASÍ DEJAN HUELLA LOS LIBROS EN TU CEREBRO.
Los
libros estimulan nuestra materia gris e incluso modifican nuestra
conducta. Aquí vas a encontrar una explicación a todo lo que
sientes cuando lees
«¿Qué
sientes cuando lees?» Mi amigo, conocedor de mi feroz adicción a la
lectura y escondido ya tras su sonrisa y su copa de vino, se veía
venir que lo inoportuna no iba a ser su pregunta, sino mi respuesta.
Describir qué se siente cuando uno abre un libro y se sumerge en una
buena historia literaria es uno de esos placeres de la vida tan
delicioso que resulta casi indescriptible. Posiblemente, podría
compararse con la sensación de lanzarse dentro de un agujero negro o
incluso con un gracioso y emocionante salto a otra dimensión. Es
como sumergirse en un reino desconocido y transitorio, un bolsillo
secreto donde ver el mundo en solitario desde otra perspectiva a
sabiendas que, en el mundo de la imaginación, todos los sueños
están permitidos y a nuestro alcance. No sabes cómo llegaste hasta
allí, cómo te convertiste en un devorador
de libros. Sólo
sabes que quieres sumergirte una y otra vez a través de ese
maravilloso portal resbaladizo de palabras y metáforas.
La
caída a este mundo imaginario, si la historia es buena y bajo tu
piel hay sangre caliente, puede incluso hacerte olvidar quién eres o
cuántas horas llevas anonadado tras las páginas en tu sofá.
Recuerdos, miedos, dolores, angustias y todo tipo de sentimientos se
desvanecen al igual que la tinta desaparece con el agua. A partir de
ese momento te conviertes en el observador de un mundo
imaginario, abstracto y tan real o irreal como el tuyo propio:
estás mirando la vida a través de los ojos de otro. Eres como un
espía invitado. La facultad de algunos autores para narrar historias
te hace desarrollar nuevos miedos, alegrías o anhelos, así como
llegar a querer o detestar a los personajes que desfilan a lo largo
de la narración. Podría compararse a estar en una tierra extraña
rodeado de nativos.
El devorador de páginas sabe
que leer un libro no es sólo un pasatiempo, sino un estilo de vida
NUESTRO
CEREBRO EN LA FICCIÓN
Es imposible que esta
intensidad de emociones que puede causar la buena literatura no deje
huella en nuestro cerebro. El devorador de páginas sabe que leer un
libro no es sólo un pasatiempo, sino un estilo de vida.
En
un artículo reciente publicado por la divulgadora Annie Murphy Paul
en el New
York Times,
la autora narra como una nueva investigación ha demostrado que las
historias no sólo estimulan nuestro cerebro, sino que modifican
la forma en la que actuamos en nuestra vida.
Siempre
se ha afirmado que los viejos medios de comunicación, a diferencia
de los nuevos como Internet, no facilitan la interactividad. Pero
esta afirmación no es del todo cierta: los libros tejen vínculos
con nuestra soñadora materia gris. El lector no es un vulgar
receptor al
uso, sino que entra en un proceso que poco a poco va cambiando su
vida. Y tiene efectos secundarios.
¿Hay
algo más excitante que una descripción perfecta? Patrick Süskind
sabía con qué emociones jugaba cuando describía el putrefacto olor
del pescado en El
Perfume,
una escena que aún hoy aparece de vez en cuando a visitarme en mis
pesadillas. La buena escritura tiene el poder de estimularnos
sensorialmente con el fin de dejarnos oler las rosas de un jardín o
sentir los golpes en nuestra propia piel. George Lakoff y Mark
Johnson, autores de Metaphors
We Live By,
examinaron el poder de las metáforas. Estas tienen el privilegio de
poder activar distintas áreas de nuestra conciencia debido
a su significado. La metáfora está presente en nuestra vida de
forma permanente, ya sea de pequeños a través de las fábulas o los
cuentos de hadas o de mayores, cuando las usamos de forma recurrente
para expresarnos.
Cuando leemos una
buena metáfora, áreas de nuestro cerebro asociadas con el olfato y
el tacto se ‘iluminan’ de la misma forma que lo harían si
fuéramos a oler una prenda de cuero o a poner nuestras manos sobre
un cazo hirviendo. Todo esto es posible gracias a que tenemos un
bagaje sensorial previo que nos permite oler, saborear o sentir cosas
que realmente no están allí presencialmente.
Sentimos las interacciones con
personajes de ficción tan intensas como nuestros encuentros sociales
en la vida real
PERSONAJES,
¿AMIGOS IMAGINARIOS?
Otra de las
características de un devorador de libros es que siempre tiene un
amigo imaginario cerca. Los personajes de ficción cobran vida en
nuestro cerebro y los llevamos con nosotros de la misma manera que
nos acompaña el recuerdo de nuestros seres queridos. Cuando uno
intenta comprender una historia y a sus personajes, se sumerge por
completo en su manual emotivo. Somos él y sus circunstancias.
Sentimos ira, temor, dolor o felicidad, según se desenvuelva la
trama de nuestro amigo imaginario en cuestión. Página a página
experimentamos esas sensaciones, sacándolas del libro y haciéndolas
nuestras. Las luchas o triunfos de nuestros personajes de ficción
nos afectan o nos alientan y tienen el poder de hacernos comprender
nuestras propias barreras o anhelos, así como los de aquellos que
nos rodean.
Además, a través de
la lectura desarrollamos una mejor intuición y conocimiento sobre
nuestro entorno, permitiéndonos entender mejor las señales
emocionales de los demás y ponernos en su pellejo de una forma real
y no meramente solidaria. Según Lakoff y Johnson, nuestro cerebro no
sólo responde a las representaciones de los olores, texturas o
movimientos como si fuesen reales, sino que también siente las
interacciones con personajes de ficción tan intensas como nuestros
encuentros sociales en la vida real.
Los lectores tienen mayor
capacidad para entender a los demás
NUESTRA
CONDUCTA SE MODIFICA
La
lectura es el sitio dónde aprendemos el significado de la palabra
empatía. Es el lugar donde nos convertimos en mejores seres humanos.
Es el espacio donde vidas imaginarias nos enseñan sobre la moraleja
del mundo real, algo muy recurrente en géneros como la ciencia
ficción. Según afirmaba Keith Oatley, profesor de psicología
cognitiva de la Universidad de Toronto, leer un buen libro de
ficción, «gracias a sus descripciones detalladas y ricas metáforas
produce una sensación
de realidad vivida. Esta
simulación se ejecuta en la mente de los lectores así como las
simulaciones informáticas se ejecutan en los ordenadores».
Oatley también
piensa que los adictos a la lectura son «personas más comprensivas
y con mayor capacidad para entender a los demás. Aprendemos cómo
hacer frente a ciertas situaciones en base a lo que hemos leído.».
Si te parece una afirmación algo abstracta pregúntate: ¿qué
pasaría si todo el mundo leyese un poquito más? ¿Podríamos vencer
las barreras del sexismo, el racismo o el odio?
En
un estudio similar publicado en el Annual
Review of Psychology,
Raymond Mar utilizó un escáner de imagen por resonancia magnética
funcional (fMRI) para demostrar que existe una superposición, es
decir, una notable coincidencia entre las conexiones neuronales
usadas para comprender las historias de los libros y las que se
utilizan para interactuar con otros seres humanos.
La literatura tiene el poder de
cambiar tu estado de ánimo
«UN
DÓLAR POR TUS PENSAMIENTOS»
Según otro estudio
realizado por los mismos investigadores en la Universidad de Emory,
los cambios neuronales registrados por las buenas metáforas y las
interacciones con nuestros personajes literarios sugieren que leer
una novela puede convertirte en el protagonista, con todo lo que eso
conlleva. Según explica Oatley: «Los narradores ofrecen una
experiencia única, la oportunidad de entrar de lleno en los
pensamientos y sentimientos de otra persona».
Sólo la buena
literatura puede modificar tanto tu cerebro que, literalmente,
sientas que estás en otro mundo. Sólo la ficción tiene el poder de
cambiar sin hecho aparente tu estado de ánimo. Sólo un buen libro
puede hacerte cambiar tus barreras, tus anatemas y convertirte en un
explorador de otra dimensión. Sólo los libros nos dejan soñar sin
levantar los pies del suelo.
ÉCHALE
LITERATURA A LA VIDA
¿Qué
es lo que siento cuando leo, querido amigo? Que puedo ser una temible
pirata, una villana, una viajera del tiempo, uno de los adorables
personajes de las novelas de Jane Austen, ayudar a Ender a terminar
su complicado juego, tomar el té con los Niños Perdidos, dibujar un
elefante con El
Principito o
perseguir durante toda mi eternidad al Conejo Blanco y al Gato de
Cheshire por el País de las Maravillas. No sólo lo imagino, lo
siento como si fuese el colofón de los poros de mi piel. El tacto de
una buena prosa es como una pluma haciendo cosquillas a nuestro
cerebro. Puedes amar, odiar o sacar tu lado más revolucionario en
toda su intensidad sin que nadie venga a preguntarte por qué le
echas tanta pasión a todo lo que haces. Aunque no haya comprobación
científica de esto, estoy segura, querido amigo, de que las páginas
de un libro deben dejar alguna clase de huella en nuestro código
genético. Metafóricamente hablando, claro.