Relaciones tóxicas, ¿cómo cortar los lazos sin sentirte culpable?
Todos podemos comportarnos de manera tóxica en ciertas situaciones, pero hay personas que convierten esos comportamientos en un hábito. Lidiar con ellas se convierte en un camino cuesta arriba que termina extenuándonos psicológicamente.
De hecho, mantener relaciones tóxicas nos pasa una elevada factura. El abuso emocional, por ejemplo, contribuye al desarrollo de la depresión y fomenta una baja autoestima, según un estudio realizado en la Universidad de Míchigan Oriental.
Las relaciones tóxicas también pueden afectar nuestra salud. Investigadores de la Universidad KU Leuven hallaron una relación entre las relaciones de dependencia y la negligencia emocional con el síndrome de fatiga crónica y la fibromialgia.
Sin embargo, a pesar de ser extremadamente dañinas, muchas veces nos cuesta cortar los lazos, sobre todo cuando se trata de la familia, e incluso podemos sentirnos culpables cuando intentamos defender nuestro bienestar.
Conflictos familiares, ¿cuánto estás dispuesto a soportar?
Los conflictos familiares son inevitables. Somos personas diferentes, con ideas diferentes y distintas maneras de comprender y estar en el mundo. Los conflictos no son el problema. El problema es cómo los afrontamos.
En las familias funcionales los conflictos son oportunidades para crecer, volvernos más tolerantes e incluso estrechar los lazos desde la empatía. Por desgracia, las familias disfuncionales - debido a la dinámica tóxica que han instaurado - no logran resolver sus conflictos y estos terminan convirtiéndose en focos de tensión y malestar para alguno de sus miembros.
Por mucho que estemos dispuestos a ceder o que aboguemos por el diálogo, si de la otra parte solo encontramos comportamientos dañinos y hostiles como las mentiras, la inmadurez emocional, la incapacidad para asumir responsabilidades, las críticas constantes, las humillaciones o la prepotencia, es difícil tender los puentes necesarios para mantener una relación saludable y satisfactoria.
Cada persona debe decidir lo que está dispuesta a soportar y cuánto puede estirar sus límites. Todos vivimos relaciones diferentes y tenemos recursos psicológicos distintos para hacerles frente. Pero debemos tener cuidado para no convertirnos en el “saco de boxeo” o el “felpudo” de otra persona, solo por miedo a las consecuencias de romper la relación.
El largo, doloroso e infructuoso proceso de búsqueda del entendimiento
El
distanciamiento familiar es un fenómeno mucho más común de lo que
suponemos, a pesar de que siga siendo un tema tabú en nuestra
cultura. Un estudio realizado en la Kean
University reveló
que el 43,5% de las personas entrevistadas se habían alejado de uno
o más familiares directos en algún momento de su vida.
Ese alejamiento no suele producirse como resultado de un ataque de ira o como efecto secundario del resentimiento, sino que suele ser un proceso largo, agotador y doloroso. A menudo lo que se ve y recuerda es la situación desencadenante, pero esa fue solo la gota que colmó el vaso.
Detrás de la ruptura de una relación íntima suele haber años de conflictos sufridos en silencio, así como innumerables intentos fallidos por solucionarlos y tentativas de establecer límites saludables que terminan siendo vulnerados una y otra vez. Suele ser un proceso largo y doloroso marcado por las preocupaciones y los intentos infructuosos de conexión.
De hecho, lo que conduce a la ruptura de las relaciones afectivas en la familia no suele ser la ira sino el desencanto y la convicción de que esa persona no cambiará. Aun así, suele ser una decisión difícil que a menudo está matizada por la culpa porque no se trata únicamente de cortar los vínculos emocionales y la historia compartida, sino que el distanciamiento familiar todavía es visto de manera negativa por gran parte de la sociedad, como comprobaron psicólogos de la Universidad de Virginia Occidental.
¿Cómo superar la sensación de culpabilidad al distanciarte?
Las relaciones familiares están profundamente mediadas por las expectativas sociales. Se supone que debemos cuidar los unos de los otros, llevarnos bien, pasar las vacaciones juntos y sacrificarnos – si es necesario – para hacer felices a los demás. Por tanto, si rompemos esas expectativas cortando la relación, podemos sentirnos culpables por haber hecho algo mal.
La culpa, sin embargo, no es una respuesta saludable y, cuando es excesiva incluso puede ser dañina. Necesitamos darnos cuenta, ante todo, de que esas expectativas solo tienen sentido en el seno de una familia funcional donde sus miembros practican una cercanía saludable, respetan la individualidad y se profesan un cuidado mutuo.
Tenemos derecho a defender nuestros derechos. La lealtad a la familia, a una pareja o a un amigo no puede convertirse en una excusa para que los demás nos pisoteen, manipulen, controlen o humillen. En una relación saludable debemos dar y recibir validación emocional desde el respeto mutuo. Si esas condiciones no se cumplen, no debemos sentirnos culpables por reclamarlas porque es probable que estemos cayendo en una relación abusiva.
Para deshacernos de esa sensación de culpabilidad también es conveniente que aprendamos a llamar las cosas por su nombre. Muchas veces, cuando caemos en relaciones tóxicas, el vínculo emocional nos pone una venda en los ojos que nos impide ver claramente lo que ocurre.
Podemos negarnos a reconocer la realidad recurriendo a justificaciones de todo tipo, un mecanismo de defensa habitual cuando somos víctimas de comportamientos abusivos. Reconocer que una persona a quien queremos nos está haciendo daño puede ser doloroso y hacer tambalear nuestro mundo, pero ponerle nombre a lo que ocurre nos ayudará a liberarnos de la culpa y dar ese paso imprescindible hacia la liberación. Se trata, por ende, de dejar de minimizar o negar el daño que estamos sufriendo y reconocer que la relación se ha vuelto tan tóxica que está perjudicando nuestro equilibrio psicológico o incluso nuestra salud.
Por último, pero no menos importante, debemos recordar que existen diferentes niveles de distanciamiento. No siempre es necesario cortar por completo una relación. Quizá puedas reducir la frecuencia de los encuentros familiares o limitar el contacto solo a las llamadas telefónicas o a los mensajes. No existe una fórmula universal, cada persona debe encontrar la estrategia más eficaz y con la que se sienta más cómodo.
En cualquier caso, debemos tener en cuenta que el distanciamiento suele ser una medida protectora que, si bien implica pérdidas, a la larga suele generar un gran alivio y proporciona esa paz tan necesaria para cultivar nuestro bienestar. Si una persona se comporta continuamente de manera injusta, dañina, egoísta o mezquina y no quiere cambiar, la pregunta que debes plantearte es muy simple: ¿tu vida sería más tranquila, saludable y/o feliz sin ella?
A veces en la vida debemos tomar difíciles que no todo el mundo entenderá, pero no podemos sentirnos culpables por priorizar nuestro bienestar emocional, desear un poco de paz o buscar ambientes domésticos más positivos. Y a veces solo podemos lograrlo si nos alejamos.
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