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martes, 15 de septiembre de 2020

Las verdaderas razones por las que deberías dejar el azúcar.

 

Las verdaderas razones por las que deberías dejar el azúcar.



Sí, eliminar el azúcar de tu dieta ayudaría a controlar tu peso pero, según apuntan los nutricionistas, controlar su ingesta resulta mucho más beneficioso para tu salud. Estos son los motivos

Cada vez más gente se suma al reto de seguir una dieta sin azúcar. La mayoría lo intenta porque porque es una medida eficaz para adelgazar. Es cierto, dejar el azúcar puede hacerte perder hasta 5 kilos en un mes. Pero, aunque influya en la decisión, el peso no debería ser el motivo principal para dejar de tomar azúcar.

Es adictivo y provoca estragos en el cuerpo

El azúcar no nos aporta nada nutricionalmente, pero sí que puede acarrear numerosos y complicados problemas para la salud. “No sólo puede significar un aumento del riesgo de caries dental, sino que, junto a una alimentación poco equilibrada, también se relaciona con un incremento del peso y, a largo plazo, problemas de obesidad, que irán asociados a un riesgo mayor de padecer diabetes y ciertos tipos de cáncer”, advierte Paula Crespo, dietista especialista en Gastroenterología Pediátrica, investigadora y presidenta del Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunidad Valenciana (Codinucova).

Se considera que tener demasiado azúcar en la sangre durante largos periodos de tiempo puede causar problemas de salud graves si no se trata.

Lo que debe abrirte los ojos de una vez por todas es que el azúcar se convierte en grasa, que altera las hormonas, provoca hígado graso, causa resistencia a la insulina y es precursora de diabetes. Pero también aumenta la presión arterial y es perjudicial para el cerebro.


Además favorece la aparición de diabetes e hiperglucemia (niveles de glucosa en sangre elevados), lo que puede dañar los vasos sanguíneos que llevan sangre a órganos vitales, e incrementar el riesgo de enfermedades de corazón, accidentes cerebrovasculares, enfermedades renales, problemas en la vista y problemas neurológicos.

Está en todas partes

La glucosa es un azúcar que procede de los alimentos que comemos, y también se forma y se almacena dentro del cuerpo. Es la principal fuente de energía de las células de nuestro cuerpo, y se transporta a todas y a cada una de esas células a través del torrente sanguíneo.

 “Una asignatura pendiente de los españoles es que no sabemos leer el etiquetado nutricional. Lo que habría que hacer es fijarse en la etiqueta, en el apartado de hidratos de carbono y dentro de éste, en la parte que dice: ‘de los cuales, azúcares’. Estamos muy concienciados con el azúcar que añadimos nosotros mismos a los alimentos, pero no con el que ya contiene”, advierten desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

El consumo de azúcar no debería superar el 5 por ciento de las calorías de nuestra dieta. “El azúcar tiene cuatro calorías por gramo, lo que significa que deberíamos consumir unos 25 gramos al día, el equivalente a seis terrones”, explican.

De esta forma, los expertos desaconsejan la ingesta de azúcar de los alimentos que no lo contienen de forma natural. Los conocidos como ‘azúcares libres’ incluyen los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores. La miel, el sirope o los zumos de frutas concentrados también pueden contener azúcares libres. Pero podemos excluir la fruta y la verdura, así como la leche, ya que contienen azúcar de manera natural y esto hace que no representen, a priori, ningún perjuicio para nuestra salud.

Así actúa

El proceso por el que el azúcar se transforma en grasa se llama novo lipogénesis y hace que los cerdos, que solo se alimentan de cereales, generen grasa y engorden. De esta misma forma, cuando los seres humanos nos nutrimos y consumimos azúcares se da un proceso en el hígado que transforma la glucosa en grasa.

Es decir, el azúcar, al metabolizarse en nuestro cuerpo se transforma en glucosa que es absorbida en el intestino, de donde pasa al hígado; allí se transforma en glucógeno y se almacena como reserva energética hasta una cantidad máxima de 100 gramos en el hígado y 200 gramos en los músculos.

Pero si la cantidad de azúcar ingerida sobrepasa los límites de almacenamiento de glucógeno, el exceso de glucosa en sangre se transforma en grasa en el tejido adiposo, constituyendo una forma de reserva energética a largo plazo, que si no se gasta se va acumulando. Y como el hígado es el único órgano encargado de metabolizar la glucosa, se sobrecarga

Si nos pasamos todo se desbarata

La Organización Mundial para la Salud (OMS) recomienda restringir el azúcar libre a un máximo del 10 por ciento de nuestro suministro diario de energía.

Estudios científicos han comprobado que la elevación de la insulina como consecuencia de la ingesta de azúcares, aumenta las hormonas masculinas en la mujer y las bajan en el hombre, provocando una serie de reacciones en cascada. De hecho, el consumo excesivo de azúcar es una de las principales causas de obesidad, diabetes e hipertensión.

Cuando consumimos fructosa (un azúcar simple o monosacárido), el hígado la utiliza para producir unas grasas llamadas triglicéridos, un tipo de lípido que almacena calorías adicionales de azúcar, inhibiendo los efectos del colesterol bueno. Algunos de estos triglicéridos se quedan el hígado, y a la larga pueden volverlo graso y alterar su funcionamiento (hígado graso).

Pero gran parte de esas grasas pasan al torrente sanguíneo. Con el tiempo, la presión sanguínea aumenta y los tejidos se hacen cada vez más resistentes a la insulina. El páncreas reacciona aumentando la producción de insulina, en un intento de mantenerlo todo bajo control. Finalmente se produce un trastorno llamado ‘Síndrome Metabólico’, que se caracteriza por obesidad (sobre todo alrededor de la cintura), hipertensión y otros cambios me­­tabólicos que, si no se controlan, pueden producir diabetes de tipo 2, con el añadido de un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

Aunque, de forma general, no hay ningún estudio que relacione directamente el consumo de azúcar y diabetes, sí se ha observado una fuerte asociación entre el consumo excesivo y prolongado de bebidas azucaradas y mayor riesgo de desarrollo del síndrome metabólico y de diabetes tipo 2.


La evidencia científica, de los estudios sobre la población y de las pruebas clínicas, señalan directamente hacia el azúcar en general, y en especial a la fructosa como factor principal en el desarrollo de la hipertensión. Y la mayoría de las personas desconoce que el azúcar, que se encuentra en el 80 por ciento de los alimentos industrializados, aumenta la presión arterial más incluso que la sal.

La sacarosa (azúcar de mesa), compuesta de glucosa y fructosa, es un ingrediente común en los alimentos procesados industrialmente. Y más común que la sacarosa es el jarabe de maíz, rico en fructosa, y que es el edulcorante más utilizado en los alimentos procesados, sobre todo en refrescos (también en los light) y zumos envasados.

El consumo excesivo de fructosa aumenta la frecuencia cardíaca, el gasto cardíaco, la retención de sodio en los riñones y resistencia vascular. Todos estos factores interactúan para elevar la presión arterial y aumentar la demanda de oxígeno del miocardio (tejido muscular del corazón), incrementando el riesgo de accidente cardiovascular.

Por otro lado, diversas investigaciones han probado que los problemas de memoria y aprendizaje están entre los efectos nocivos del consumo excesivo de azúcar. Un estudio de la Universidad de California sobre los efectos del consumo de fructosa (una de los tipos de azúcar encontrado en los vegetales, las frutas y la miel) reveló que afecta negativamente a la formación de sinapsis en el cerebro. Es decir, al tomar mucha fructosa, nuestra capacidad de aprender y formar nuevas conexiones se ve disminuida.

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