Mentalidad victimista, quejarse por todo sin hacer nada para cambiar.
Todos,
en algún momento de nuestra vida, hemos sido víctimas de las
circunstancias. Las cosas a veces se tuercen. No salen como habíamos
previsto. La adversidad llama a nuestra puerta con peculiar
insistencia. Los sueños se rompen. Las soluciones se convierten en
problemas…
En
esos momentos, todos nos hemos quejado. Hemos pensado en nuestra mala
suerte. En las ironías del destino. Nos preguntamos por qué nos ha
pasado justo a nosotros. Nos auto compadecemos. Es normal.
Necesitamos liberarnos de esa frustración y renegociar nuestras
esperanzas para alinearlas con la realidad. Pero luego nos ponemos de
pie. Recomponemos los pedazos rotos y seguimos adelante.
Algunas
personas, sin embargo, se quedan atrapadas en ese bucle de
autocompasión y terminan cayendo en la trampa del victimismo.
Locus de control externo, cuando la culpa es de todos los demás
Todos
atravesamos momentos difíciles, afrontamos pérdidas y crisis,
enfermamos y fracasamos, pero hay personas que se quedan atascadas en
esas situaciones desarrollando una visión sombría del mundo.
Entonces se convierten en víctimas de sí mismas.
Las
personas con una mentalidad victimista se quejan constantemente de
cuán difícil es su vida,
pero si alguien les ofrece soluciones para cambiarla, se aferrarán
con uñas y dientes a su larga lista de “Sí,
pero…”.
Son
auténticos especialistas en buscar problemas para cada solución.
Y si le hacen notar esa actitud, es probable que respondan diciendo
que no somos capaces de entender cuán dura ha sido su vida y
añadirán todo tipo de experiencias para consolidar su posición de
víctimas.
Detrás
de la mentalidad victimista se encuentra un locus de control externo.
El locus de control son las creencias respecto a las causas de
nuestras experiencias y los factores a los cuales atribuimos nuestro
éxito o fracaso.
Las
personas con un locus de control externo creen que no tienen poder
sobre sus vidas y atribuyen sus éxitos o fracasos a factores
externos que escapan de su voluntad.
Si su relación se rompe, echarán la culpa a su pareja. Si les echan
del trabajo, culparán a su jefe. Si fracasan en un proyecto,
culparán a la sociedad.
No
suelen hacer examen de conciencia ni se preguntan cómo han
contribuido a lo que ha pasado porque están convencidas de que son
víctimas. La responsabilidad no es suya. Creen que la vida está más
allá de su control y que el mundo conspira en su contra, poniéndoles
los obstáculos mayores, las pruebas más desafiantes y las
desgracias más terribles.
Así
terminan convenciéndose de que “la
vida es muy dura”,
que “no
se puede confiar en nadie”
porque “todos
están en mi contra”
o que “la
desgracia siempre está a la vuelta de la esquina”.
Frases que a menudo salpican sus conversaciones dejando entrever una
indefensión aprendida.
La
indefensión aprendida se produce cuando estas personas se convencen
de que ya no tiene sentido luchar porque, hagan lo que hagan, no
podrán cambiar las circunstancias.
Entonces se convierten en meros espectadores de su vida. Se sientan
al lado del camino a criticar y lamentarse de lo que les ocurre sin
mover un dedo para intentar mejorar la situación.
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