No lo pienses ahora, ya te vendrá: la memoria puede
depender de la hora del día.
A todos nos ha pasado: intentas recordar algo, y no hay manera.
Simplemente, no te viene a la cabeza… hasta algunas horas más tarde, en las que
casi sin esfuerzo eres capaz de recordar eso mismo, o incluso cosas más
complejas. Pues bien, parece que la razón está en la actividad de un gen.
Pero antes de entrar en detalle, dos apreciaciones importantes. El estudio
del que vamos a hablar se centra en conocimientos que tenemos y que no somos
capaces de recordar, no en memorias que no hemos generado. O dicho de manera
muy simple: por qué nos cuesta recordar la letra de una canción que nos
sabemos, no por qué no recordamos el nombre de una persona que nos acaban de
presentar y que no hemos llegado a memorizar.
Y lo segundo, que el estudio se ha realizado en ratones. El patrón general,
la existencia de un mecanismo biológico, es igual entre ellos y nosotros. Pero
tal vez los genes implicados no sean exactamente los mismos.
La idea en la que se basa el experimento es sencilla: que la capacidad para
recordar cosas depende del momento del ciclo diario – el famoso ciclo
circadiano – en el que nos encontremos. Principalmente, porque la actividad de
los genes depende de este ciclo, y la memoria de ciertos genes.
Así que los investigadores seleccionaron dos tipos de ratones. Los
primeros, de una cepa “salvaje” o sin modificar, para compararlos con una cepa
que carece del gen BMAL1 que se encarga de regular otros muchos genes.
Bien, ya tenían los ratones. Pero necesitaban trabajar con un recuerdo
seguro, con algo que supiesen que todos los ratones deberían recordar. Así que
les presentaron, a todos y cada uno de los ratones, una estructura nueva para
ellos. Y les dejaron el tiempo necesario para que se familiarizasen – que es
fácil de reconocer: cuando dejan de hacerle caso, es porque ya lo han
“interiorizado”.
Esta parte del experimento la llevaron a cabo algo antes de la hora normal
de despertarse de los ratones – entre una y dos horas antes – que es el momento
del ciclo circadiano en el que de manera natural hay menor concentración de
BMAL1.
A partir de este punto, dividieron a cada grupo de ratones en dos
subgrupos. A los del grupo “mañana” les volvieron a presentar la estructura 24
horas después de hacerlo la primera vez. De nuevo, en el momento en que en los
ratones salvajes hay menos BMAL1.
Al grupo de la tarde les obligaron a recordar la estructura doce horas
después de despertarse, el momento en el que los ratones salvajes tienen el
máximo de BMAL1, y que por lo tanto sería el momento de mejor memoria.
Los resultados fueron claros: los ratones que mejor recordaban la
estructura eran los que podía producir BMAL1 y debían recordar a las 12 horas
de despertarse. Entre el resto de ratones, no existían grandes diferencias.
Así que la conclusión parece clara: la memoria funciona mejor en
determinados momentos del día que en otros, y la razón está en la regulación de
nuestro cuerpo. Así que, si no somos capaces de recordar algo que deberíamos
saber, lo mejor es dejar pasar unas horas, que ya nos vendrá.