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lunes, 26 de noviembre de 2018

¿QUIERES MANTENER TU CORAZÓN SANO POR MUCHO TIEMPO? ADELANTA LA HORA DE LA CENA


¿QUIERES MANTENER TU CORAZÓN SANO POR MUCHO TIEMPO? ADELANTA LA HORA DE LA CENA

Un nuevo estudio asegura que acostarse con el estómago lleno afecta a nuestra salud cardíaca.


¿Eres trasnochador? Entonces es probable que te suenen esos “asaltos” a la nevera a ciertas horas de la noche… Y seguro que esta no es la primera vez que escuchas/lees que esto no es nada saludable pero, ¿por qué? ¿Qué hay de malo en comer de noche?
Ya existen diferentes estudios que señalan la alimentación nocturna se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardíaca y también de diabetes. Al parecer, tal y como recogía un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México en 2017, esto tiene que ver con el ciclo de 24 horas que sigue nuestro cuerpo. Las conclusiones de esta investigación señalaban que si nos alimentamos al comienzo de lo que se supone que es nuestro período de descanso, los niveles de grasa en nuestra sangre pueden aumentar notablemente. De ahí que quizás lo más inteligente sea escuchar las señales de nuestro reloj biológico y alimentarnos dentro de nuestras fases activas a lo largo del día.
Más recientemente, otro nuevo estudio sobre los posibles riesgos de la “alimentación nocturna” (realizado por investigadores de la Universidad de Columbia) sugiere que nuestro estilo de vida actual (en el que dormimos menos horas y los cenamos más tarde) puede terminar pasándonos factura, sobre todo a nuestro corazón.
Para el nuevo estudio, cuyos resultados han sido publicados en el portal Livescience, los investigadores utilizaron una popular base de datos: Hispanic Community Health Study/Study of Latinos (Estudio de salud de la comunidad hispana), compuesta por más de 12.700 adultos hispanos de entre 18 a 76 años.
De esta forma, los investigadores analizaron los datos de alimentación de los sujetos en 2 días diferentes, comparando esta información con otras mediciones, como la presión arterial o el azúcar en sangre. Los resultados reflejaron como más de la mitad de los participantes en el estudio consumían un 30% o más de las calorías de todo el día pasadas las 6 p.m. No era extraño por lo tanto que contaran con niveles altos de azúcar en sangre en ayunas, niveles altos de insulina (la hormona que regula la cantidad de azúcar en la sangre), la presión arterial más alta, etc, que los participantes que ingerían menos del 30% de sus calorías diarias después de las 6 p.m.
¿Por qué ocurre todo esto? Parece que tiene que ver con el llamado núcleo supraquiasmático. Se trata del centro principal de regulación de los ritmos circadianos, el que sincroniza nuestro cuerpo con los estímulos externos y nos informa de cosas como el cambio de temperatura, de luz… (que va asociado a la hora). Todos, cambios provocados por la rotación de la Tierra.
Y es este ritmo circadiano el que nos informa de cuándo ha llegado la hora de despertarnos, de comer, de dormir… Pero cuando desajustamos el reloj y cambiamos nuestros hábitos (en lo que se refiere a la alimentación) podemos alterar nuestro metabolismo, como aseguran los expertos, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión y la enfermedad cardiaca
¿Cómo evitarlo? Cenando antes. Muchos expertos en nutrición recomiendan no acostarse al menos dos horas después de haber cenado. Y si en esa cena incluimos menos del 30% de nuestras calorías diarias, mejor que mejor. Cenas ligeras, poco calóricas y que nos de tiempo a digerir antes de acostarnos. Esta parece ser la fórmula mágica para velar por la salud de nuestro corazón.

jueves, 8 de noviembre de 2018

¿Qué le pasa al cuerpo cuando morimos?


¿Qué le pasa al cuerpo cuando morimos?

Hoy te hablamos de este proceso de 'reciclaje de la naturaleza'.


Al morir nuestro cuerpo no ha terminado su viaje. Al contrario, comenzará un largo proceso de eliminación de sus componentes. Pero, ¿qué sucede cuando los cuerpos se descomponen y por qué deberíamos aprender algo al respecto?

Para la mayoría de nosotros, el contacto con los cuerpos de las personas fallecidas comienza y termina con la triste ocasión de un funeral. E incluso entonces, lo que generalmente obtenemos es una urna con los restos cremados de la persona o un cuerpo dispuesto en un ataúd, preparado cuidadosamente para la ocasión.

Sin embargo, 
¿qué les sucede a los cuerpos de forma natural, después de haber tenido el encuentro con la muerte? ¿Qué pasa si no son incinerados o eligen embalsamarse, a fin de retrasar el proceso de descomposición?

Bajo condiciones naturales, por ejemplo, si el cuerpo se deja fuera, en un ambiente natural, o se coloca en una tumba poco profunda, el cuerpo sin vida comienza a desintegrarse lentamente, hasta que solo quedan los huesos (que podrían desenterrar algún día los arqueólogos).


¿Qué pasa en la descomposición?


Aunque muchos de nosotros podemos pensar en la descomposición como sinónimo de putrefacción, no lo es. De hecho, la descomposición de un cuerpo humano es un proceso muy largo con muchas etapas, de las que la putrefacción es solo una parte.

La descomposición es un fenómeno a través del cual los complejos componentes orgánicos de un organismo previamente vivo se separan gradualmente en elementos cada vez más simples. Según el científico forense M. Lee Goff, 
es "un proceso continuo, que comienza en el punto de la muerte y termina cuando el cuerpo se ha reducido a un esqueleto".

Hay varias señales que indican que un cuerpo ha comenzado su proceso de descomposición. Las más conocidas son: livor mortis, rigor mortis y algor mortis.


Livor, rigor y algor mortis


El livor mortis, o lividez, se refiere al punto en el que el cuerpo de una persona fallecida se vuelve muy pálido, o ceniciento, poco después de la muerte. Esto se debe a la pérdida de la circulación sanguínea cuando el corazón deja de latir. Este proceso puede comenzar después de aproximadamente una hora después de la muerte y puede continuar desarrollándose hasta 9-12 horas después.

En 
el rigor mortis, el cuerpo se vuelve rígido y completamente indestructible, ya que todos los músculos se tensan debido a los cambios que ocurren en ellos a nivel celular. El rigor mortis se establece entre 2 y 6 horas después de la muerte y puede durar entre 24 y 84 horas. Después de esto, los músculos se vuelven flácidos y flexibles una vez más.

El algor mortis ocurre cuando el cuerpo se enfría porque "deja de regular su temperatura interna". El frío de un cuerpo dependerá en gran medida de la temperatura ambiente, pero suele establecerse en un período de aproximadamente 18-20 horas después de la muerte.

Otros signos de descomposición incluyen que el cuerpo asuma un tinte verdoso o, por supuesto, la putrefacción.


El color verdoso de cuerpo se debe al hecho de que los gases se acumulan dentro de sus cavidades (sulfuro de hidrógeno). Este reacciona con la hemoglobina en la sangre para formar sulfohemoglobina, el pigmento verdoso que da a los cuerpos muertos este extraño color.

En cuanto a la separación de la piel del cuerpo, puede sonar menos perturbador una vez que recordemos que toda la capa protectora externa de nuestra piel, de hecho, está hecha de células muertas. Esta capa se desprende constantemente y es reemplazada por epidermis subyacente. Tras la muerte, en hábitats húmedos, la epidermis comienza a separarse de la dermis y por eso puede eliminarse fácilmente del cuerpo.

Finalmente, se produce la putrefacción, ese 
"proceso de reciclaje de la naturaleza", que se ve facilitado por las acciones concertadas de agentes bacterianos, fúngicos y de insectos a lo largo del tiempo, hasta que se despoja al cuerpo de todos los tejidos blandos y solo queda el esqueleto. El fin del viaje.